NUEVE NOTAS RECIENTES SOBRE YELLOW HELL





 A Humberto Consuegra, el “Karibernícola”

 



Nota 1: los frascos en el Portal de los Dulces son lámparas de Aladino

No lo creerás, pero siempre he pensado que las palenqueras llevan metralletas entre sus palanganas llenas de frutas. Sé que es un pensamiento absurdo, pero no puedo evitar cierta prevención al pasar a su lado, porque sé que saben que odio su claudicación agresiva ante los dólares que las convierte en otro de los grupos de esclavos contemporáneos de esta ciudad. Alguna vez en broma le dije a Alejandro cuando era pequeño, que debajo de las PPP (patillas, papayas y platanitos), había una pistola. Hace poco, en uno de nuestros paseos de camino al Ara o al D1, vimos a una chica que llevaba en su cabeza lo que llamo la verdadera sabrosura del dulce caribeño artesanal (“¡alegría, cocada, caballiiitooooooo!”, “¡Casera, enyucao, bolae´tamarindo, el casaaabeeeeee!”); y me preguntó “¿Papi, cierto que esas señoras llevan pistolas y cuchillos en la ponchera?”, le dije que no era así y exploté en risas: “Rey, ¿todavía te acuerdas de eso?”, “pero papi, tú me dijiste”, “era una broma, mi amor”. Nos miramos unos segundos mientras le agarraba la mano para cruzar la carretera y explotamos en risa (con ese niño puedo dar rienda suelta a mis muecas y a mi Stand-up comedy melancólico mientras le muestro el mundo).

La idea del armamento frutal sé que suena ridícula, pero estamos en Yellow Hell City, la ciudad del se-vale-too, así que el rollo no es tan descabellado. A esto podría agregar otra confesión que no tiene nada que ver con literatura o relleno de páginas con extravagancias: ellas, las palenqueras, están ahí sentadas con sus trajes y frutas de colores esperando con paciencia, entre risas e insultos, el instante transhistórico  de sublevarse o soslevarse: el momento de la plomera con sus Kalashnikov o con sus revólveres Palenque, convirtiéndose en las sicarias ancestrales que necesitamos contra la CIA, la Interpol, la KGB y el ESMAD, que van de infiltrados sembrando blanqueamientos opresivos (¿de qué mierda estoy hablando? No es mentira que en Amarilla hay toda clase FRCCH (Fuerzas de Represión y Castigo Histórico). Ya nadie se come el cuento de la postal colorida: hay mucha rabia acumulada y el día menos pensado estalla a la hora y en el lugar menos esperado, eso sí, el estropicio vendrá de acá, desde la Bomba del Amparo o desde el Pozón, hacia el Centro. En esa hora me irán a sacar de un sueño bonito y borracho en Manzanillo, donde todavía se puede dormir en la arena sin que alguno venga a molestarte. Cuando me saquen de ese sueño, háganlo despacio y con ternura, siempre vengo ansioso y nostálgico del más allá. Ojalá sea Juanita la que me despierte con su sonrisa: Juanita era la señora joven palenquera que pasaba todos los jueves por mi casa y hacía con mi madre un trueque tales tales: cambiaba enyucados y caballitos por pantaletas y corpiños que mi mamá cosía para sus hijas. Hace unos meses, una estudiante de Contaduría Pública, a la que había dado clases unos semestres atrás, se me acercó en la Calle Primera de Badillo y agitada me dijo “Profesor, necesito urgente unas clases de oratoria…”, le respondí que por supuesto, que apartara la cita en el CLyE para la próxima semana (yo que ni sé hablar). Pensé que su agitación era por la necesidad de la tutoría, pero entonces agregó: “Profe, mi mamá es Juanita, la señora que pasaba por su casa vendiendo dulces y se los cambiaba a su mamá por pantaletas para nosotras. Mi mamá y yo lo vimos caminando hace días por San Diego”. Quedé perplejo. Le sonreí y me alejé deseándole éxito en los parciales del primer corte. Me maravillaba de la confabulación y la belleza de que esa chica pudiera estudiar gracias a la dulzura de las alegrías, las cocadas y los caballitos (yo pude estudiar gracias a la suavidad multicolor de las telas manipuladas por Damaris y al ruedo de llantas por toda la ciudad de Gonzalo).


 

Nota 2: carne molida para alimentar a mis palomas

¿Has visto a los oficinistas del planeta? ¿Los has visto cómo caminan a la hora del almuerzo bajo el calor en Amarilla? Me he escondido detrás de un muro para mirarles con sus camisas, sus vestidos y sus movimientos bien medidos. No necesitan el mundo de Heráclito o las aburridas páginas de Husserl; mucho menos la Escolástica Hipertextual de los Filósofos Dormilones del siglo XX (¿quiénes son esos hijueputas?). Los oficinistas, eyos, eyas i eyes, van con sus aerosoles quita incertidumbres, felices del tecleo y las artimañas institucionales; con tacones y zapatillas, con goma de mascar y silogismos de centro comercial. Usan una jerga con la que se atreven a juzgar a cualquiera que no tenga la cabeza tan metida en el culo como ellos. Los oficinistas con o sin formación son sacerdotes del orden, los gestores de las burocracias históricas, los intermediarios entre la tiranía hegemónica y la cotidianidad. No hay una sola oficina que no deshumanice y convierta a los individuos en una mercancía, en un pedazo de carne. No hay una sola oficina en esta ciudad que no sea digna del fuego. A veces siento que Yellow Hell City es una gran oficina llena de cubículos-barriales con oficinistas-habitantes dispuestos a mandarte de dependencia en dependencia como en una pesadilla kafkiana.

Algunos son oficinistas disfrazados de aventureros. Quizás en lo profundo de mi ser soy un oficinista firmando papeles corruptos que ordenan la quema del erario público antes de que me despidan. 


 

Nota 3: Extinción de dominio en Babel

El rollo de los otros sobre mí

La vieja historia de que todo lo que pienso

sobre ellos

tiene que ver con mis miedos

con mis sucias patologías

Si digo que son una mierda

entonces tengo un problema

porque la mierda sería yo

Pienso que sin importar mi existencia

seguirán siendo una mierda

Hermosas bolsas doradas

rebosantes de excremento

 

Existencias residuales

poblando el planeta

todos con una opinión solida

sobre lo que está bien o mal

todos de acuerdo con el hecho

de que estoy jodido

todos viendo que soy el emperador

con el traje invisible

y también el sastre impostor

 

Si el emperador es un imbécil contento

deberían dejarlo circular

Ese aparatoso afán de señalar

el roble en el ojo del otro

 

Yo con todos los bosques en mis ojos

intento no señalar

los mondadientes en sus pupilas

 

Silenciar opiniones es de tiranos

pero no hay una perla más preciosa

arrojada a los cerdos

 

“Solo es mi opinión”

Otra justificación más

El que habla de más

debería pagar con su vida

 

-este país está lleno

de sangrientos cazarrecompensas

cobrando opiniones

todos ellos con sus juicios ligeros

tan dignos del machete y garrote

como piensan de nosotros-

 

Opiniones

con lo mezquinos que son

si cobraran por cada palabra

ninguno hablaría

ninguno

 

Esa desmesura de sus lenguas

me está matando lentamente

 

Me contrato

como amputador de lenguas y manos

La Palabra

ese tesoro sagrado de la humanidad

debería desaparecer una temporada.

 

 

 Nota 4: gente de bien amarillo-pollito

Todos están contentos. El viejo Tractor bullero se oxida por el salitre en un rincón de la Avenida Santander. Todos están contentos, incluso los que no lo están. Un nuevo embaucador de circo romano se abanica en el caserón del oprobio a un costado de la Plaza de la Aduana. Pica-concreto, pica-miradas, pica-bolsitas, pica-deseos, pica-pelotas. Todos están contentos, incluso los Sabios de la Colonia que, entre congresos, publicaciones, eventos y toques de hombros mutuos, dicen: “nosotros no podemos cambiar la situación, lo importante es construir la cultura”. Aquí ninguno pudo, eso le toca al próximo o al próximo o al próximo o al próximo… “Nos hemos visto en una penosa situación porque nos excluyen, así como nosotros excluimos todo lo que no tenga nuestra apasionada bendición, heredada en una década en la que <<no pasaba nada aquí>> y cualquier pe(d)o, era extraordinario. Nos excluyen y por eso nosotros montamos nuestras propias fábricas culturales de historiadores, poetas, músicos, investigadores y mesías. No te metas con nosotros porque simplemente nos haremos los de la vista gorda y con eso bastará para eliminarte”. Todos están contentos en la Vieja Amarilla, todos, incluso los detractores de cualquier cosa, a los que media ciudad les ha tirado la puerta en la cara por buscapleitos y bochincheros generadores del bostezo y la risa.


 

Nota 5: escena típica omnicolonial al óleo. Obra financiada por el Ministerio de Apócrifas Aspiraciones supraculturales.

Al atardecer los niños que jugaban con palos y una bola de trapo encontraron a uno de los Sabios de la Colonia contemplando el mar. Al percatarse de su presencia sintió miedo y les dijo: “en mis poemas ustedes aparecen y también en los tratados de mis discípulos”. Los niños lo ignoraron y siguieron jugando, pero el sabio para asegurarse que no había peligro tocó el hombro de uno y cantó: “color de piel de historias mágicas que el tiempo no mancillará”. El más grande de ellos, que al parecer era el líder (porque con los niños nunca se sabe, dados a no marcar jerarquías más allá de la valentía o la lisura temeraria que nada tiene que ver con la suavidad o lo ingenuo), lo empujó y le dijo: “ábrete de aquí”. El sabio desconcertado y temeroso se fue alejando sin dar la espalda, mientras los niños lo miraban y hablaban entre ellos en una vieja jerga de los suburbios que los Sabios de la colonia de Amarilla habían olvidado hablar desde que se habían acomodado en sus tibias torres de marfil cultural. Apareció una moto porcina y el sabio se calmó: “señor agente, esta ciudad es un lugar hermoso para vivir, mire a esos jóvenes valientes”, dobló por una esquina y desapareció. El de la moto porcina, rompiendo la cuarta pared movió sus dedos como cuando algo se dilata y entre risas le dice al lector: “Oinc, oinc, oinc, la morrana le hacía ashíbe, ashibe…”


 

Nota 6: La verdadera Vida era cuando te sentabas en mi cara

La verdadera Vida está en otra parte estando aquí, en un despliegue extraordinario de lucidez en el que tú y yo miramos el horizonte y queremos escapar sin saber a dónde ir, saltando muros de concreto mental, derribando puertas que no existen, con aldabones tan viejos como el Sueño. La verdadera Vida está aquí, estando allá a lo lejos, en la inverosímil paz que nos fue negada

por pensar que la perfección era una esfinge funcionaria del DANE con una encuesta tonta que podíamos responder. La verdadera puta Vida está en otra parte, desnuda, aquí, para ti y para mí, guapa.

 


Nota 7: armas artesanales para cazar fantasmas de amores perdidos

Lo que te enseñaron con compasión, entrégalo a otros de la misma manera o cállate. La otra noche estaba tan triste que olvidé la solidez de todo y empecé a caminar a través de las paredes, los muros, los carros y las gentes. Los atravesaba como un fantasma, sin percatarme de su existencia, incluso atravesé todos los espíritus y aparatos de miedo olvidados que transitan por ahí sin ser imaginados. Cuando llegué a los Cuatro Vientos mientras a travesaba las camas y los closets de Muebles Jamás, me percaté de que era de carne y hueso, que todo eso no había ocurrido en mi cabeza, sino que era materia indiferente a la materia. Sin abrir la puerta te cuento que estoy triste, que me hago el tonto, que todos me cansan y me aburren, porque nadie huele a ti, porque nadie sabe reír con la fuerza loca con la que los dos lo hacíamos. Yo sigo en esta ciudad de mierda. No he buscado novia o amante y puedes pensar lo que te dé la gana, ya me da lo mismo. Me ofrecieron un arma con dos balas por 50.000 pesos y quizás la compre (para usar un sagrado miércoles, ahora que descubrí y acepté que es mi día mágico, como aquel miércoles de un enero del 1987). No dispararé contra nadie, pero estoy aburrido y nunca se sabe. Quizás sus sospechas sean ciertas, quizás siempre fui el asesino reprimido que maquinaba en el Claustro San Agustín.

 

Nota 8: “you are foverer April to me the eternally unready”

“At such a time the poet shrinks from the doom that is calling him forgetting the delicate rhythms of perfect beauty, preferring in his mind the gross buffetings of good and evil fortune (…) The man being half a poet is cast down and longs to rid himself of his torment and his tormentors (…) it is the little things that count! Neglect them and bitterness drowns the imagination (…) That which is heard from the lips of those to whom we are talking in our day´s-affairs mingles with what we see in the streets and everywhere about us as it mingles also with our imaginations. By this chemistry is fabricated a language of the day which few ears are tuned so that it is said by poets that few men are ever in their full senses since they have no way say nearly that he is blind or deaf. But of old poets would translate this hidden language into a kind of replica of the speech of the world with certain distinction of rhyme and meter to show that it was no really that speech. Nowadays the elements of that language are set down as heard and the imagination of the listener and of the poet are left free to mingle in the dance”.

William Carlos Williams (Kora in Hell)

 

Nota 9: Cucurbita moschata o sonrisas con dientes de burro Ahuyamero

 

Amarillo

es

todo

aquello

que

habitando

una

historia

oscura

y

contradictoria

resplandece

cuando

todos

han

decidido

cerrar

los

ojos

por

temor

a

la

explosión.

Amarillo

es

la

valentía

de

permanecer

aquí

a

pesar

de

que

todas

las

apuestas

dicen

que

la

esperanza

se

encuentra

en

un

mejor

lugar

 

 

 

Nota Bonus Track: El hombre que soñaba con unas zapatillas amarillas

Quisiera que estas páginas estuvieran llenas de ternura, de paciencia y un gesto noble que hiciera la diferencia en la historia de mi ciudad. Es más fácil escribir desde la rabia, la indiferencia y la destrucción. Trato de hacerme llevadera la vida mientras voy y vengo en el TransKalamary. No he dicho nada de lo que verdaderamente siento sobre este territorio y sus habitantes y confieso que estoy cansado de cubrir con máscaras mis palabras. Si me dieran el poder de destruir a Yellow Hell City, exigiría también el poder de crearla, porque a la mañana siguiente, al despertar entre las ruinas dentro del cráter humeante, tendría la profunda necesidad de verla viva, gusaneando antes de contemplarla transformarse en la gigantesca mariposa amarilla que es.

Hay días que siento que el amarillo que duerme en la boca de mi estómago se despierta y amarillea lo que encuentro a mi paso. En esos momentos quisiera abrasar abrazando a todos para perdonarlos y perdonarme y ser por siempre ese instante amarillo de amor, ese segundo en que resplandecería hasta la última de nuestras células e inevitablemente nos verían hasta en marte. Yellow Hell es un estado mental, uno de una belleza muda en el que la valentía que no aparento, atraviesa las paredes y los corazones, creando una especie de inmenso y tragicómico Rothko amarillo en movimiento pausado, en el que todos los rincones y todas las esquinas se repueblan con la historia raptada de la humanidad. Ahí, mientras todos están anonadados, yo podré por fin robar unas zapatillas color sol para ir en busca de mi sombra.  

 

 

 

 

Texto: El Señor Underground

Portada: Tim White

 



                                                              

TRAMPANTOJO DE AMARILLO UNDERGROUND


Todas las ciudades son entes cambiantes, funcionando como un sistema de creación y destrucción propio de su tiempo. Yellow Hell City, mi novia, la mugrosa, la caliente, la saboteadora, la alucinada, la del pillaje, la del tambor en su sangre, la coqueta patea culos según el día y la hora; está sufriendo la vertiginosa y absurda transformación de la fachada que se vende, del cuerpo contaminado que se maquilla y usa perfume para tapar su pestilencia.

El desmonte de espacios con historia a cambio de una estandarización de lo que se cree que es del gusto del forastero, al que llaman turista y yo llamo EPP (Ente Parasitario de los Pecheches) o PHB (Parasito Hiperconsumista del Bojote), ha convertido en extranjeros a los nativos en su propio territorio. Donde antes estuvo la panadería de 13 panes de queso por 1000 pesos, ahora hay un café en el que no solo debes tener dinero para entrar, sino una absurda pedantería mezcla de glamour e intelecto. Donde hubo una papelería ahora abrieron un restaurante que dice vender el Caribe en sus platos y de caribeño solo tiene lo caro.

Ahora que se habla de gentrificación hasta en las mesas de frito mientras comemos una carimañola, se debería reflexionar sobre las conexiones que hemos cedido por indiferencia. Los espacios para el dialogo, para la conspiración y la camaradería ya no están en una plaza o un parque, ni siquiera en la muralla, porque si estás afuera de los establecimientos para el consumo, entonces eres un peligro para esos que sí están consumiendo, y toca que la policía vaya a preguntar qué pitos tocas ahí sentado como un subnormal, como un imbécil que no entra a la cadena histórica del hiperconsumo:

-Señor agente soy una paleta de carne como Korben Dallas…

-¿Cómo así?

- Señor agente estoy aquí esperando a las moscas como Marc, la sucia rata…

-Muy chistosito, me regala su identificación.

-Señor agente “Los habitantes de mi aldea dicen que soy un hombre despreciable y peligroso…”



Y entonces un bolillo hecho con átomos de prejuicio y odio golpea con violencia una cabeza y un brazo compuestos por partículas de sueño en San Pedro Claver, mis ojos llenos de fotones y gravitones lloran al presenciar la típica escena de la materia que golpea a la materia porque considera que su sustancia está justificada con mejores metafísicas.

Ladrones del espacio con nuestros límites, cedemos el infinito y lo ilimitado por las acomodaciones monetarias que justifican la barbarie con el evangelio del progreso y el bien común. No hay espacio que no sea mágico, todos los rincones de esta ciudad están cargados de poder. En cada centímetro de Yellow Hell City podríamos convertirnos en iluminados, solo bastaría que vendaran nuestros ojos y nos dieran vueltas como en esos viejos juegos infantiles, nos montaran en un carro para pasearnos por toda la ciudad y confundir nuestra inteligencia espacial, para luego, retirada la venda y con los ojos cerrados, sin saber dónde estamos, fundar un reino ahí donde nos dejaron y demostrar que cualquier terreno tiene suficientes símbolos como para incrustarse en la historia de las conquistas del sueño, ahí donde nos han impuesto la vigilia como lo real.

De Bicentenario hasta las aburridas playas de Castillo, desde Nelson Mandela hasta La Boquilla, desde la Bomba del Amparo hasta el Puente Román. Calles y andenes que esperan algo más que un simple transitar, como si en la próxima esquina nos esperaran lámparas maravillosas con genios extraños que con sus navajas y manoplas estarían dispuestos a darnos una tunda si nuestros deseos fueran una copia barata de la mediocridad de este siglo. Entonces me veo caminando como un sonámbulo por las calles del Viejo Porvenir o San José (y no he fumado un porrote, es la depresión que me mantiene como si siempre estuviera dormido con los ojos abiertos); caminando por la Avenida del Consulado a las 3 de la mañana rumbo a mi casa, pensando cómo han enrejado todas las terrazas y ya no me puedo sentar por ahí como antes. Pegando calcomanías de la ambulancia en el Campestre, barrio de la infancia lleno de gigantes y viejos palos de caucho en los que me columpiaba bajo una sombra fresca e inocente. Bebiendo cerveza en una tienda esquinera de Camagüey mientras pasan los carros y las motos a toda velocidad (me gusta escuchar el ruido y mirar el movimiento de los automóviles que se dirigen a Nunca-Jamás, a Ninguna-Parte, a Vete-Al-Carajo). Tomando una cerveza a la carrera en la tienda de El Perro en el Líbano pensando que de pronto de improviso aparecerá el poeta Carmona con una carcajada más peligrosa que los filosos picos de botellas puestos en una paredilla. Ahí está todo en un pedacito de la vida, con esos amores de carrera clandestina que llevo en la memoria y no puedo terminar de escupir de mi ser. Entonces para que vaya quedando un mapa de algunas derivas, conexiones genuinas libres del mercadeo y el manoseo público, haré una marca en algunos barrios existentes y otros imaginarios para que el que quiera también haga su huellero semanario de recorridos en el planeta:

Barrio Bruselas. Casa Sempiterna. Ana y Emanuel. Domingo. Gatos y pájaros. Salsa y Champeta alrededor de la casa del silencio experimental. Vista crepuscular de la bahía. Libros y curiosidades. Palabras para flotar. Una copa del vino artesanal que Jaison nos regala con una sonrisa desinteresada. Ana canta una canción de cuna a un libro al que le faltan páginas. Emanuel es uno de los tipos más fotogénicos de Amarilla y no le gusta que le tomen fotos. Aviones que aterrizan una y otra vez. Alpiste en todos los rincones de la casa para que los canarios de la esperanza vengan y se queden. Una garrafa de moscatel también puede hacer que las placas de los carros se conviertan en poemas automáticos extraordinarios.


Plaza de San Diego. Muro. Vincent T. Un sixpack. Tambores y parlantes para el turismo. Miércoles.  A toda velocidad por los senderos de la imaginación. Colillas. Artesanos y turistas. Recuerdo de Los Garzones y Montería. Algo del Rio Sinú quedaba por ahí. Planes de conquista. Fotos. Los fantasmas de los viejos cigarrillos fumados por las viejas generaciones que se sentaban en esta plaza me dicen que Jattin escondió a los alrededores uno de los poemas más extraordinarios de estas tierras; yo les creo, soy supersticioso, soy creyente de la magia, otra vez. Vincent dice que hay que hacer algo con la vida. Yo le vuelvo a recordar que la verdadera vida se encuentra en otra parte estando aquí, o se encuentra aquí, pero yo tengo la mente en otro sueño. Nos paramos y vamos rumbo a los parqueaderos del Espíritu del Manglar a buscar su moto para regresar a nuestras casas, mientras hago bromas sobre el universo de Clive Barker y de la vez en que después de tener un accidente y terminar en la Clínica Barú casi los doctores cenobitas le cortan el brazo (ese es uno de los peladeros de mierda más capitalistas y podridos de Yellow Hell, ahí amputaron la pierna de mi suegro frente a mis ojos mientras me tapaban la boca con cloroformo. Accidentarían a sus madres y sus abuelas con tal de cobrar el seguro. Malditos carniceros).

Turbaco-Bonanza. Casa Utopía. Naoko. Domingo. Un patio de concreto que podría ser el paraíso de las colillas y las remembranzas. Toda la ausencia y el intento de meter la vida en un par de horas y una madrugada mirando el cielo estrellado cuando todos los demás duermen o hablan sobre cómo el planeta será un muñequito de plástico en las manos de un niño que juega con una vela. Tajaditas de plátano con salchichón y Coca Cola. Un tatuaje en el cuello de un ojo lleno de espirales. Acostado en la hamaca que más me gusta en todo el Caribe recito un poema sobre una chica que amaba a Kurt Cobain y llegó a mi casa una madrugada con las muñecas abiertas para que fumáramos un Montana antes de que la internaran en el psiquiátrico. I Belong To You. Territorial Pissing.



Barrio Vista Hermosa. Azotea. Hernán. Martes. Kafka en pantuflas mira la bahía desde las alturas. Cervezas vienen y cervezas van. La madre de mi amigo también es mi mamá. Discusiones sobre los movimientos más adecuados para lograr un knock out en el cuento sin vender el alma. Perspectivas del destino de la literatura y de los baños públicos. Visiones de Godot en las que Meursault dispara contra una palangana llena bananos y mangos un mediodía de agosto. La puta pedagogía coronando la cabeza del amigo-escritor y yo con ganas de estar borracho durmiendo en las playas de Manzanillo a los pies de la caseta de los salvavidas porque no hay para la carpita, aunque también tenga una corona de pedagogía que quiero cambiar por una corona de pescador en Las Tenazas. Erzähler.

Barrio Chapacua. Parque. Damian. Otra vez cerveza, otra vez la charla de las viejas películas y mi manía de repetir hasta el cansancio aquellas que me gustan. Cuentos de amores de madrugada con mujeres de todas las latitudes, incluso con una o dos inesperadas y la vieja sabiduría de “un No, no mata”, “a mí sí, mi vale”. A mí un No me mata, aunque soy el rey del No, el rey al que le deben decir Sí, Sí, Sí. Porvenires de un cineclub subterráneo con ciclos interminables de Cronenberg, Bergman, Lynch, Kitano, Tarkovski y Fellini. Un cineclub neoexpresionista caribeño en el que saldremos a fumar y hablar de la vida mientras todos miran la película. Lagrimas compartidas ante ciertas experiencias que con el poder en mi mano te arrebataría. Otra vez vamos en la motocicleta sin saber a dónde putas parchar porque todos los espacios fueron robados.



Barrio La Consolata. Alejandra y Hailher. Los gatos de Kafka en la orilla pueden hacer experimentos que solo imaginaríamos ebrios con los cocteles del poeta. Culinaria experimental mientras sale música de un parlante con forma de calavera. Las miradas y la sensación de estar en una casa donde nos darían cigarros en Halloween. Yo quiero que me abracen y rían conmigo. Leamos poesía de Li Po mientras Alejandra borda una corbata para los mininos. ¿Por qué no están aquí ahora mismo a mi lado mientras escribo esto, si saben que los amo? El tamaño del Dolor de Xhevdet Bajraj. Rimbaud brillaría aquí si hiciéramos una fiesta a las 2 de la mañana.

Barrio Las palmeras. Puente metálico. Eric. Claro, claro… no es lo mismo decir Las Palmeras que Las Palmeritas. Ahí te matan como te equivoques: pero la verdad es que Las Palmeritas tienen más sabor, es más caliente y de cuidado. Lecturas de historia intelectual decimonónica. Nada como ir a comer donde la viejita de los fritos a 200 pesos en un tiempo en que los fritos son a 2000: teorías conspirativas sobre los buñuelos de mazorca y los buñuelos de lenteja: muertos de risa por esa vez en que la pequeña tenía la cara como un culo al despacharnos: esos putos buñuelos son la gloria y es un crimen que sean tan baratos: ¿cómo hace esa señora para rellenar las empanadas si la carne está tan cara? Caminatas y confesiones sobre el fin del mundo. Lecturas de Poe y canciones de Massive Attack. Postales de Björk bailando champeta en Islandia. Live With Me y cayendo al abismo.

El Cabrero. Tienda. Humberto. Toda la brisa del mundo se enreda en mis cabellos. Una botella de ron. Relatos salvajes de la vida con toda la sabrosura necesaria para sonrojar a un tipo de piedra como yo. Un ninja y un samurái caminando por ahí bebiendo cervezas mientras recitan otros nombres con los que se podrían bautizar las ganas de sobar las tetas dulces de la eternidad. Cuidado con el carro del Diablo. Pequeñas y hermosas ofrendas al dios melancólico en empaques desconcertantes: exijo un fajo de Gabitos sonrientes en una caja de Marlboro en un crepúsculo capricorniano. Esta nota es para contar a todos que cuento con manager y si necesitan contratar mis servicios como Blade Runner o sacerdote patafísico para bodas y exorcismo, deben hablar con el señor Karibernicola Onomoto (no bromeo, tengo manager y es letal como un puto Nexus 6) (ja, ja, ja).

(Aquí iba un párrafo casi obsceno en el que hablaba de aventuras de dos en la ciudad en el puesto trasero de un taxi, besándose, tocándose como si de eso dependiera todas las certezas de la humanidad. Sábado. Era un párrafo sobre cada vez que hicieron el amor y se miraban a los ojos y ella encontraba tierna su rabia entrando y saliendo, sediento de más saliva y más sudor y más ganas de perderse en su mirada. Un párrafo en habitaciones con colillas y botellas de vino y ella vestida con sus ropas y su locura. Un párrafo sobre esa hermosa película porno que hicieron y que ninguna cámara grabó debajo de las olas del Mar Caribe, la peliculita porno más tierna de la historia. Borré ese párrafo porque de esa forma demencial de amarse no queda ni mierda y se dejaron el corazón lleno de picaduras y golpes).

 Barrio Los Almendros. Milton. Cigarros y ron. Un par de puños. Pogo en la terraza. Coal Chamber, Slipknot, MuDvAyNe, Korn. Pantera, Sepultura. Tough Guys Don't DanceThe Long Goodbye. Más allá de los lazos de sangre, la aventura y la soledad crearon la hermandad de dos tipejos buscando las cervezas más frías en las tiendas de Los Alpes, Los Calamares, San Pedro, Almirante Colon, Los Caracoles, Las Gaviotas, etc. Historietas y mucha adrenalina. Sigo pensando que Spawn debió terminar en el número 100; con la muerte de Angela y la salida de Capullo, todo se volvió aburrido. A veces viene a mi cabeza la escena nocturna de sábado en la que presenciamos una violación en una calle solitaria y solo nos miramos desconcertados y asqueados por nuestras vidas y el mundo (¿te acuerdas? Debimos conseguir cuchillos y volver colador a ese hijo de puta. Qué pendejada regresar a ese recuerdo y contarlo después de casi veinte años con un nudo en la boca del estómago). El instante Bukowski: ese segundo en el que en medio de la borrachera nos mirábamos y cualquier pendejada que dijéramos se llenaba de profundidad. Todavía nos está esperando la loma de Turbaco para escucharnos decir que nos iremos a recorrer el mundo y luego agarrarnos a puño en el mismo instante (ja, ja, ja).

Barrio Alameda La Victoria. Azotea. Vincenzo. Puto italiano. Pignolo Dipsómano. 400 botellas de vino y 876 cigarrillos antes de las pastas con ajo. Fidel Castro a las 11:59 pm a nuestro lado en la cancha de la Alameda, entre las sombras, mientras desde la casa se escucha a Buena Vista Social Club invocando al sinvergüenza de Chan Chan. Toda la melancolía, toda la tristeza, todas las ganas de armar plan para ir a comer sierra y mariscos el próximo domingo al restaurante Frutos del mar donde el romano. Yo sin una moneda fumando y cantando (que conste que todos los aquí mencionados son mecenas de mis mondaderas, los amigotes del rey vagabundo). La burguesa y sus comentarios de mierda y nosotros muertos de risa porque se notaba que en cualquier momento prendería al petardo (guiño, guiño ja, ja, ja). Con la ausencia de esos sábados, Yellow se fue al carajo. Todavía queda en este planeta alguien con el que puedo compartir mi tristeza sin pena. Prometo ir en enero a visitarte, noviembre fue un caos para mí y diciembre no pinta chicharrón con yuca.

 

(Aquí iba un párrafo sobre todo lo que he perdido y todo lo que destruí con mi monstruosa confusión. A mis pies mi gata da de comer a su cuatro mininos: hermosos como mis cuatro hijos que duermen tranquilos sin saber que su padre tiene la cabeza llena de cumulonimbus que huelen a melocotón. Soy un cabeza-nube y cuando digo que estoy nublado siento que ninguno entiende la mierda que quiero decir: no puedo ver más allá de mis narices, todo es brumoso, distante  y extraño. La depresión no es bonita).

Cierro los ojos y regreso a mí. Cada día habitamos más los Ningún-lugar, dejando que los EEP o PHB cuenten una versión de la historia en la que no existimos. Nada de quejas, nada de propuestas. Solo quiero caminar sin pensar hacia los Rincones Amarillos y beber una rojita mientras todo claudica. Es un buen momento para llenar las calles y las plazas de Yellow Hell City con sigilos y bromas conceptuales, porque les aseguro que aunque nos veamos en una esquina, no estamos sintiendo la misma ciudad. Los trampantojos underground están floreciendo, si les suena, los espero el lunes 12 a las 5 de la tarde ahí donde brilla la peor sopa del mundo.




Texto: El Señor Underground

Fotos: @cartografiasinconexas