Todo hombre
digno de este nombre
Lleva en su
corazón una
Serpiente allí
instalada soberanamente
Presta a atacar.
Charles
Baudelaire
Ese muchacho que tenía
mala memoria para todo, menos para tirar al olvido a sus viejos amigos.
El único chaval que he
visto leer completo Los Hermanos Karamasov y después lanzarlo vehementemente en una
caneca de basura.
El que mentía a menudo
en las entrevistas de trabajo con tal de que no le dieran el puesto.
El mismo que se hizo un
tatuaje de Edgar Allan Poe en su brazo izquierdo para que lo conocieran cuando
encontraran su cadáver.
El soñar empedernido
que en su mejor época vestía todo de negro.
El joven que por andar
abstraído en su oficio de escritor le fue el esquivo el dinero y el amor.
Ese sujeto que cuando
le daba la gana escribía cosas feroces con la ira de demonios contenida en su pluma.
El ángel caído cuya
droga era la buena literatura y que se postuló en más de una ocasión para hacer
películas porno.
El indigno que vino a
domar licores en sus últimos días, cuando ya todo lo sabía perdido.
El de mirada lejana que
veneró y quiso ser como Roberto Bolaño y que se ufanaba diciendo que al igual
que él sufría de dislexia.
El vaquero que era
adicto a las calles nocturnas del barrio Getsemaní.
El apóstata que según
su propio testimonio folló más en sus relatos que en la vida real y que
guardaba su dinero en un monedero de anciana.
El amigo que si algo lo
iba demoliendo y desangrando por dentro fue su propia y maldita escritura.
El que estaba en todas
las listas negras y que robaba comida de los sitios donde trabajaba
camuflándola en el fondo de sus zapatos.
El poeta que nunca me
salió con excusas mariconas para ir a embriagarse conmigo, así fuese el mismo
infierno.
El pilluelo por el cual
los surrealistas se hubiesen peleado con tal de tenerlo como su ángel de la
guarda.
El camarada que lucía
muy bien cuando sufría de tristeza.
El solitario que fue
exiliado en casa de sus padres y verdugos.
Ese que conversaba
conmigo en los bares siempre sobre mujeres, poemas y libros.
El amante del caos que
se dejó tatuar un lobo en el pecho de un calvo desquiciado en una loca fiesta
en un cuarto repleto de drogas y licor.
El disoluto que supo en
carne propia lo que es pasar hambre extrema como lo describe muy bien el libro
de Knut Hamsun.
El suicida frustrado
que falló cuando intentó ahorcarse por no captar bien las instrucciones que le
daba subliminalmente.
Ese adolescente que si
no es por su abuela que se lo prohibió se habría convertido en gay.
El sin remedios que con
tal de salir a emborracharse los viernes, hurtaba alcancías de niñas.
El nefasto mancebo que
competía y apostaba conmigo a ver quién se moría o se suicidaba primero.
El lector incansable
que me dijo que su última voluntad era que una puta orinara las cenizas de su
cadáver.
El que compartió
conmigo el mismo sueño de salir a desvirgar enanas y destruir esta miserable
ciudad.
El coleccionista de
espectros, el mismo que Amadeo Modigliani le hubiera hecho un invaluable
retrato.
El único escritor que
mató a un unicornio azul.
El ilusionista cuyo
mejor libro escrito fue el haber sido mi amigo.
El ejemplar tío que
escribió un cuento titulado “Un ángel de sobrina” y que lo hizo inspirado en su
tierna y bella sobrina Dana Marcela, que con su sonrisa y ocurrencias, lo salvó
de un suicidio inminente.
El obstinado muchacho
que nunca me hizo caso cuando le sugería que corriera más y puliera su estilo y
así luego podría haber escrito el libro más hermoso del mundo.
El que seguirá jodiendo
al orbe a mi lado cuando invoque su espíritu prontamente por medio de la tabla
ouija.
El romántico que amó
fervientemente a una sola mujer cuyo nombre es Camila y la cual ahora se halla
lejos protegida por el hada de las nieves.
El chico que lo más
hermoso que hizo fue tomar la senda de la oscuridad.
El último jinete del
apocalipsis que en su próxima vida reencarnada en un libro para niños escrito
por zombis.
El hombre que entiende
que esto no termina aquí, pues esto es solo un asalto cuántico, él siempre será
mi amigo en esta vida y en las otras seis que le restan y su muerte solo me
dará buena suerte mientras espero la hora en que me devoren las entrañas las
ratas psicodélicas y asesinas que dejó entrenadas cuidadosamente para mí.
Texto y dibujo: E.
Carcoma o NN o Anónimo
Nota
del Señor Underground, abogado
del diablo: Este texto es una curiosidad porque quien lo escribió es uno de
esos individuos con un repertorio de buenas frases y una vida de novela, pero
le importa un pito ser escritor o poeta. Un tipo duro con un gran corazón
remojado con cerveza y ron. Esta carta fue escrita por ese X para el escritor Elkin García hace aproximadamente un año; al
leerla hace casi un mes, pedí permiso a regañadientes para publicarla en el
blog. El título del texto se lo puse yo, porque en la carta original el único encabezado
era el nombre de a quién iba dirigida. Para los que no saben, el rollo del cadáver
con el tatuaje de Poe, hace referencia al tatuaje que Elkin G. lleva en uno de
sus brazos.
Debo concluir diciendo que este escrito es una verdadera muestra de
la amistad que existe entre esos dos putos borrachos de esquina.
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