Por Raymundo Gomezcásseres*
Propongo una periodización episódica de la historia desde la antigüedad hasta nuestros días, así. El primer caso correspondería a la historia transcurrida y vivida como mito heroico. Digamos que va de los orígenes de la civilización, (Mesopotamia), a la caída del Imperio Romano. A la Edad Media corresponde la historia teologizada. A partir del renacimiento hasta el final de las monarquías (revoluciones inglesa y francesa), aquí la historia es el ascenso y fracaso de la razón. Desde ahí, hasta antes de la segunda guerra mundial, se hace científica y técnica. Como reality empieza con la llegada del nazismo al poder, y se extiende hasta hoy, con la transformación de lo privado e íntimo en espectáculo público, trátese de la vida de alguna ‘top model’, súper estrella, o futbolista; la salida en falso de un político, o del más reciente bombardeo con drones. Incluso, se pueden identificar dos insumos de este reality en ‘modo recargado’ de los tiempos que corren. Ellos son: la noticia y el espectáculo. La historia ha sido reality desde el uso y aprovechamiento de la televisión y el cine como medios propagandísticos para la sacralización de Hitler y el nazismo recurriendo a la imagen mediática y a las locuciones radiales persistentes e imperativas. Todavía hoy la limpieza impecable de aquellos filmes impacta y seduce a cualquier espectador. Tanto como los muy recientes, sugestivos y vivaces (casi juegos electrónicos), que muestran las violentas intervenciones de EE.UU y sus aliados en Irak, Afganistán, y Siria. Se alardea con bombardeos de precisión quirúrgica sobre objetivos ubicados satelitalmente que son transmitidos en vivo y en directo, y la gente puede ver cómodamente en su televisor mientras conversa y come ‘mecatos’ con Coca-Cola. Igual ocurre en contextos más domésticos gracias a cámaras instaladas en casi todas las ciudades importantes del mundo. Ellas permiten hacer un show en ‘tiempo real’ con cualquier cosa. Desde un hecho aislado o intrascendente que a pesar de eso se vuelve viral, hasta las secuencias de película de un ataque terrorista que, una vez editadas, cautivan a millones de tele espectadores. La exhibición accidental (o voluntaria) de tetas por parte de una actriz tiene más ‘seguidores’ que una hambruna en África. Adiós a la metahistoria. Todo se ha hecho notorio y público. Bienvenidos a la sociedad panóptica virtual. Paradójicamente ahora es más fácil engañar.
LA HISTORIA COMO REALITY II
La
naturaleza de los realities debe ser
su fidelidad a lo real. Pero eso no es tan simple. En realidad (otra acepción de reality),
su esencia es la simulación. Los telespectadores ‘creen’ ver los hechos como son, sin maquillaje: “objetivos” y
escuetos. Nadie piensa que tras ese aparente realismo natural se esconde una
invisible y muy original forma de editar que construye una imagen ficticia,
impostada, de lo que supuestamente ‘es
tal cual’. Llamaré a esto edición invisible por simulación oculta. La
expresión ‘virtual’ no aplica en este
caso, pues ella designa deformación; mejor, suplantación de una realidad por otra.
Lo cierto es que la tal ‘realidad
virtual’ también es realidad y por serlo termina aceptándose como “verdad”…
¡con un significado superior a certeza! ¿Cómo entra la historia en todo esto?
De hecho la historia no es (nunca lo ha sido) los acontecimientos vivos,
fácticos, sino su interpretación. Historiar es interpretar. Las sofisticadas
tecnologías de la informática y la comunicación han terminado generando la
creencia de que ‘ver’ lo que sucede,
“en vivo y en directo”, implica la imposibilidad de falsear la realidad por
medio de simulaciones, ya que esta puede observarse como acontece; cómodamente
sentado ante la tele. Hechos recientes pueden servir de ejemplo: los ocurridos
entre la primera invasión a Irak, y los muy próximos realitados en Afganistán
y Siria. ¿Qué montaje por simulación
oculta podría haber ahí si todo se muestra in situ en tiempo real?
Pocos pensarán que las llamadas ‘acciones
preventivas’, ‘bombardeos quirúrgicos’,
puedan ser realities que estén
precedidos por condicionamientos preliminares de opinión a través de
manipulaciones informativas, ‘trabajo de
inteligencia’, ‘argumentos sólidos’
sobre ‘seguridad nacional’, ‘paz mundial’, etc. En muchas ocasiones
ese ‘tras de cámaras’ ha tenido como
tinglados preparatorios, nada más y nada menos que a la ONU, la Unión Europea,
el Pentágono, la Casa Blanca, el Kremlin. Desde ahí se construyen (como en
televisión), los mega-escenarios donde se desplegará la historia reality con todos sus actores, fanfarria, y parafernalia.
Así, la historia realitada oblitera a la Historia.
En nuestra ‘patria’ (típico
término realitado), se montan ‘desafíos’ y ‘protagonismos de
novela’, por aludir solo a dos realities
muy conocidos. Colombia es un país cuya historia política reciente se ha
transformado en un agitado reality
pornográfico del tipo yo te doy, tú me das, uno de cuyos más destacados
protagonistas se llama blanco es, frito
se come, gallina lo pone…
*Escritor.
Autor de la trilogía novelística titulada Todos los demonios,
conformada por Días así (dos ediciones), Metástasis (dos
ediciones), y Proyecto burbuja (inédita).
Portada:
Mark Bryan
La Historia como reality!
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