TODOS TENEMOS NUESTRO PROPIO ROSEBUD



Por Raymundo Gomezcásseres*


Rosebud fue la última palabra que pronunció el magnate Charles Foster Kane, protagonista de la película Ciudadano Kane, dirigida por Orson Wells. La persona que acerca su oreja a la boca del moribundo para escucharla, simplemente repite ‘Rosebud’, respondiendo a quien preguntara: ¿qué dijo?, confundido por lo que era un término sin sentido. Pero Kane hizo un gran esfuerzo para gastar en él su último aliento. Casi enseguida aparece en la pantalla la pira crematoria donde arden miles de cosas ‘inútiles’ de la mansión del archimillonario. Entre ellas apenas se distingue un trineo infantil para nieve en cuyo rompiente aparece escrita una palabra: Rosebud. Solo entonces se produce en el espectador la epifanía de la visión de mundo que sostiene el argumento del filme: en el último instante de su vida, el hombre que lo tuvo todo (lo cual significa que nunca tuvo nada), evoca su más preciado juguete infantil. En realidad se trata de mucho más que un juguete o simple  objeto. Las conjunciones entre los útiles y las diferentes etapas de la vida son definitorias de lo que se llega a ser. Podría decirse sin temor a equívocos que cada una de ellas está marcada por esas articulaciones. No es una simple relación de propiedad, sino de co-pertenencia en el mejor sentido de la expresión: esos objetos pertenecen tanto como se pertenece a ellos. La nostálgica memoria con que se los evoca después de haberlos perdido, enraíza en una memoria ‘cósica’ tan propia como derivada del afecto con que fueron incorporados a una existencia: la de cada quien. Han asimilad energías, humores, micro-partículas bióticas, y epitelios de su “dueño”: viven. Es incómoda y casi siempre dolorosa la aplastante sensación de incompletud que sobreviene al recordar la desaparición, destrucción imprudente, o pérdida involuntaria de ‘algo’ con esas características. No es para menos. Lo mismo ocurriría de haber sufrido una mutilación. El espectáculo de la prótesis que ocupa el lugar donde antes había una pierna o un ojo, enfrenta a la angustia insuperable causada por la pérdida fatal de una porción de vida. No se trata de algo separado, discontinuo, sino de una prolongación orgánica, o cuando menos, de una vecindad indefinida. Lo anterior aplica para juguetes, piedras, libros muy especiales, libretas de notas, atuendos de vestuario y calzado… Un trineo llamado Rosebud. Que no sea necesario llegar al último suspiro para saberlo.



*Escritor. Autor de la trilogía novelística titulada Todos los demonios, conformada por Días así (dos ediciones), Metástasis (dos ediciones), y Proyecto burbuja (inédita).





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