Amo el mundo y su
estupidez. Me agarro como como a un salvavidas de las llamadas
cosas simples. Pero, ¿Qué es lo realmente simple?
Mira tú: una picadura de mosquito es en apariencia algo simple. Pero un mosquito tiene una boca-como-una-aguja y muchísimos ojos. Difícil de dibujar. La picadura a su vez es una fiesta de células que se abultan en la piel y cambian de color de tantos ardores. Y a su vez la célula: membrana, mitocondria, citoplasma… todo coloreado de tantísimos colores, doble punta, prismacolor
¿Cómo no aferrarse a eso como a un tronco en aguas abiertas?
En cambio, aferrarse a las palabras es imposible. No por su complejidad, sino por su desmesurada simpleza. Simpleza no, tosquedad, que las hace parecerse a su mentira.
La palabra mosquito ¿cúal es su verdad? su verdad es el mosquito, por supuesto. Pero ella sin el mosquito ¿Qué es? ¿acaso existe?
¿Y si renuncio a las palabras?
No.También existe el revés, y más importante aún, el costado de la palabra.
Bicchieri es gafas en
italiano. Un bicho vuelto gafas:
En portugués se
dice óculos que hace que uno se
imagine…
Una especie de telescopio antiguo, cuando no un culo.
Las palabras son mentira por principio, ellas solas. No es que tenga nada contra la mentira, pero no puede vivir uno toda la vida fuera de la verdad. Y lo contrario a la palabra no es el silencio. Renunciar a las palabras no es callar. Renunciar a las palabras que nombran ya a las cosas y ponerlas de costado. Es decir, no dejar caer la palabra silla sobre la silla de manera que casen perfectamente. Sino, dejarla caer con algún grado de inclinación, de modo que quede un huequito que deje ver un poco la cosa.
Ese huequito es la
poesía.
Texto: María Alejandra Buelvas
Ilustraciones:
Daniel Martin
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