DOS ABREVIATURAS


                                                                                                 Por Raymundo Gomezcásseres *  
                                                                 
                                                                       I                                          
                                                             SOBREVIVIR

Sobrevivir aquí es una excepción que remite a resistir a lo que en general es normal y ordinario: la vida tal como es asumida en circunstancias reconocidas como legítimas por todos. ¿En qué sentido? En aquel que instala la parafernalia de ‘lo’ social, ‘lo’ laboral, ‘lo’ familiar etc., como ‘lo’ significativo y digno de realizarse. Celebraciones tales como encuentros generacionales, bautismos, cumpleaños, matrimonios, baby-showers, graduaciones, funerales; días del padre, de la madre, de la secretaria, de la mujer, del hombre, del niño, de los perros y los gatos; nombramientos y ascensos empresariales, premios institucionales, fechas conmemorativas de fundación, aniversarios, ampliación de cobertura, o inauguración de nuevas sedes, fiestas de… la solidaridad, del emprendimiento; exposiciones escolares y universitarias; reuniones comunales. La enumeración es infinita e interminable, pero entre todas sobresalen por la punzante agudeza de sus erizadas púas, los cumpleaños y las reuniones familiares de navidad y año nuevo. Quien no comparta con amigos y parientes durante esas fechas…’está mal’. ¿De qué? Nadie lo precisa, simplemente ‘está mal’. Eso puede significar una, muchas cosas, o todas a la vez. Aquí la lista es tan variopinta como la de los eventos celebratorios. ‘Está mal’: es un antisocial, es ‘como’ loco ¿cierto?; es ‘raro’, es ‘un amargado’, un ‘aguacatao’, o un ‘acomplejao’; no ‘se’ integra: ‘se’ cree más que los demás, está ‘off’: fuera de lugar (‘integrarse’ es ‘estar in’). Esas citas y celebraciones por lo general se prolongan durante horas y mientras transcurren, los celebrantes cantan, bailan, tocan palmas, se abrazan y besan, ríen, gritan; algunos hasta lloran de la emoción; asisten muy bien vestidos, perfumados, y las mujeres lucen sus mejores maquillajes, peinados, y atuendos. En esas ocasiones tod@s son buen@s, bell@s, e inteligentes. No hay reunión de ese tipo que merezca el nombre de ‘chévere’, ‘intensa’, ‘bacanísima’, entre otros calificativos laudatorios, si mientras las interminables horas que dura, no se consumen licores, se come hasta el hartazgo, y sobre todo, se escucha música a todo volumen; vallenato y salsa, sobre todo. Como se trata de navidades y años nuevos, todas las casas, de todas las cuadras de todos los barrios ‘están en sintonía’, de modo que, ¡eso sí que es una fiesta! ¡Qué ‘rumba’, hermano! Quienes se someten a su juego por conveniencia son masoquistas; su heroísmo está en sobrevivir.  Al día siguiente much@s tendrán un rescoldo de sarro de mal gusto y a veces ‘de oso’ por un mal paso, un tropezón, una pérdida de compostura; o lo que es peor: ‘una cagada’. El que se armó de valor y dijo ¡no!... Ese ‘está mal’, ‘es como raro’.  




   II
                                                           INUTILIDAD INSTRUMENTAL

Existen muchas clases de inutilidad, y cada una tiene sus causas. Aquí no se hablará de estas. Se mencionarán algunas de las diferentes formas de esto que podría llamarse disfunción operativa (un bautizo simpático), y se considerará con algo de atención la del título. Una de ellas es la inutilidad congénita. Quienes la padecen cargan con el estigma de que todo lo que hagan les saldrá mal por más que lo intenten. Terminan aceptando, a consciencia o no, su destino de ineficientes (es un eufemismo), resignándose a vivir, a lo sumo, una medianía nunca asimilada del todo. Otra es la inutilidad irresponsable. A este numeroso grupo pertenecen aquellos que incluso, contando con un alto índice de inteligencia, actúan con tanta ligereza que de nada les sirve tenerlo. Lo más triste en estos es ignorar que el fundamento del ser inteligente es la capacidad para resolver problemas. Ellos no los resuelven; los crean. El desatino marca su conducta. Otra es la inutilidad sensata. Aquí caben todos aquellos que buscan quien ‘les dé una mano’, los que saben ‘hacerse a la sombra de un buen árbol’ (apadrinarse y relacionarse bien), etc. Todo lo que pretenden (y consiguen) depende de alguien más poderoso. A diferencia de los anteriores alcanzan el ‘éxito’, y cuando lo logran lo consideran una conquista propia; se olvidan de ‘la palanca’, o la niegan. Pero si fracasan le echan la culpa ‘al otro’. A diferencia suya, los primeros son honestos pues no se andan con rodeos a la hora de establecer su infortunio. Definitivamente no sirvo para nada, dice el inútil congénito; eso me pasa por ‘loco’, dice el irresponsable. Si en ellos se puede detectar cierto aire pintoresco, y en el ‘sensato’ una malicia manipuladora, en la instrumental la tragedia lacera como hierro al rojo vivo. El inútil instrumental está absolutamente incapacitado para aceptar las reglas del juego que conducen al “éxito”. Es alérgico patológico a la parafernalia de sus instrumentos. A diferencia de todos los inútiles, ‘no puede’ (y no quiere) encajar en el engranaje operativo que mueve el mercado del ‘material humano’. Él no es ‘material’ de  nada ni de nadie. A los dos primeros podría redimirlos un poco de autoayuda superación personal; el tercero, con algo de decencia, quizá dejara de ser un trepador… Pero el inútil instrumental está irremediablemente perdido. Quizá el más alto pico de esta inutilidad extrema sea el poeta George Trakl. Tuvo la dignidad de suicidarse a los veintisiete años. ¿Son inútiles instrumentales todos los artistas?


*Escritor. Autor de la trilogía novelística titulada Todos los demonios, conformada por Días así (dos ediciones), Metástasis (dos ediciones) y Proyecto burbuja, inédita. 

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