(M está sentado en una silla sin espaldar,
delante de él hay un escritorio y tres cajas de diferentes tamaños sobre la
superficie. S entra con urgencia).
S. – ¡Amigo, ayúdame
a morir!
M. – (Se
incorpora de un salto). ¿Cómo dices? Qué rayos te pasa.
S. – Debe haber
alguna forma.
M. – Si tú mismo no
lo sabes, ¿por qué crees que yo tendría que saberlo?
S. – Porque has ayudado a muchos… ¡Ingéniatelas!
M. –No es sencillo
planear algo así.
S. – Eres el
indicado.
M. – Es que…
S. – ¿Me ayudarás?
¡Habla!
M. – No tengo nada
con que ayudarte.
S. –Vamos, amigo. No
puedes dejarme así… ¿Y esas tres cajas…?
M. – Pertenecen a otras
personas; encargos hechos con anticipación.
S. – Debe haber algo
para mí; que se ajuste a mis necesidades…
M. – No podría
decírtelo, ni yo mismo sé qué hay en ellas. Solo las cuido. Olvídalo mejor;
otro día será.
S. – ¡Necesito morir
ya! ¡No soporto esta situación!
M. – ¡Te lo acabo de
decir, no puedo!
S. – Por favor…
M. – No llores…
S. – Ayúdame.
M. – ¡Qué mierda,
está bien! Cuentas con tres oportunidades… (M
toma la primera caja que es la más
pequeña y la ofrece). Te servirá.
S. – (La abre con cuidado). No es gran cosa,
lo he visto antes (Saca una cuerda muy
larga). Creo que no ayudará en nada; es frágil.
M. –Te lo dije, es
mejor esperar cuando no cuentas con el equipo adecuado.
S. –La cuerda es muy
común, no es para mí. Necesito morir, no colgarme de un árbol como un capullo
de mariposa.
M. – (Toma la tercera caja). Segunda
oportunidad, pruébala.
S. – (Abre la caja deprisa). Hemos mejorado,
pero sigue siendo insuficiente. Qué le pasa a las personas de hoy en día,
¿carecen te imaginación o qué? (Saca un
balde con la mitad de su capacidad llena de agua). Sin embargo, no soy un
pez como para meter allí la cabeza.
M. – ¡Dejémonos de
estupideces! Regresa mañana y te traeré algo que se ajuste a tus exigencias.
S. – ¡Necesito morir
ya, ya mismo!
M. – ¿No te cansas?
Cuando no se tiene suerte…
S. – Jamás, lo que
necesito es urgente.
M. –Que fastidio,
espera… (Ofrece la caja del medio que es
la más grande; la ubica en el suelo y la abre. Saca un reloj de arena. La caja
queda vacía). Adelante, entra.
S. – ¿Un reloj? Las
cosas que tenemos que ver hoy en día… ¿Funcionará?
M. – ¿No necesitas
morir ya? ¿Entonces…?
S. – ¡Qué más da,
hagámoslo! (Entra, sentándose).
M. – Claro que sí,
es lo que debes necesitar (M cierra las solapas de la caja y con la
cuerda la asegura. Luego, ubica el reloj de arena encima de la caja y para que
no se mueva, lo fija con un nudo de
la cuerda).
S. –Amigo, no pasa
nada; todo está oscuro. Sigo aquí…
M. – (Se acerca, susurrando). Lo que tú
necesitas es más tiempo para morir, no un golpe de gracia (M Desaparece. La caja se
balancea, en silencio).
Texto: Hernán Grey
Zapateiro
Portada: René
Magritte
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