TRAMPANTOJO DE AMARILLO UNDERGROUND


Todas las ciudades son entes cambiantes, funcionando como un sistema de creación y destrucción propio de su tiempo. Yellow Hell City, mi novia, la mugrosa, la caliente, la saboteadora, la alucinada, la del pillaje, la del tambor en su sangre, la coqueta patea culos según el día y la hora; está sufriendo la vertiginosa y absurda transformación de la fachada que se vende, del cuerpo contaminado que se maquilla y usa perfume para tapar su pestilencia.

El desmonte de espacios con historia a cambio de una estandarización de lo que se cree que es del gusto del forastero, al que llaman turista y yo llamo EPP (Ente Parasitario de los Pecheches) o PHB (Parasito Hiperconsumista del Bojote), ha convertido en extranjeros a los nativos en su propio territorio. Donde antes estuvo la panadería de 13 panes de queso por 1000 pesos, ahora hay un café en el que no solo debes tener dinero para entrar, sino una absurda pedantería mezcla de glamour e intelecto. Donde hubo una papelería ahora abrieron un restaurante que dice vender el Caribe en sus platos y de caribeño solo tiene lo caro.

Ahora que se habla de gentrificación hasta en las mesas de frito mientras comemos una carimañola, se debería reflexionar sobre las conexiones que hemos cedido por indiferencia. Los espacios para el dialogo, para la conspiración y la camaradería ya no están en una plaza o un parque, ni siquiera en la muralla, porque si estás afuera de los establecimientos para el consumo, entonces eres un peligro para esos que sí están consumiendo, y toca que la policía vaya a preguntar qué pitos tocas ahí sentado como un subnormal, como un imbécil que no entra a la cadena histórica del hiperconsumo:

-Señor agente soy una paleta de carne como Korben Dallas…

-¿Cómo así?

- Señor agente estoy aquí esperando a las moscas como Marc, la sucia rata…

-Muy chistosito, me regala su identificación.

-Señor agente “Los habitantes de mi aldea dicen que soy un hombre despreciable y peligroso…”



Y entonces un bolillo hecho con átomos de prejuicio y odio golpea con violencia una cabeza y un brazo compuestos por partículas de sueño en San Pedro Claver, mis ojos llenos de fotones y gravitones lloran al presenciar la típica escena de la materia que golpea a la materia porque considera que su sustancia está justificada con mejores metafísicas.

Ladrones del espacio con nuestros límites, cedemos el infinito y lo ilimitado por las acomodaciones monetarias que justifican la barbarie con el evangelio del progreso y el bien común. No hay espacio que no sea mágico, todos los rincones de esta ciudad están cargados de poder. En cada centímetro de Yellow Hell City podríamos convertirnos en iluminados, solo bastaría que vendaran nuestros ojos y nos dieran vueltas como en esos viejos juegos infantiles, nos montaran en un carro para pasearnos por toda la ciudad y confundir nuestra inteligencia espacial, para luego, retirada la venda y con los ojos cerrados, sin saber dónde estamos, fundar un reino ahí donde nos dejaron y demostrar que cualquier terreno tiene suficientes símbolos como para incrustarse en la historia de las conquistas del sueño, ahí donde nos han impuesto la vigilia como lo real.

De Bicentenario hasta las aburridas playas de Castillo, desde Nelson Mandela hasta La Boquilla, desde la Bomba del Amparo hasta el Puente Román. Calles y andenes que esperan algo más que un simple transitar, como si en la próxima esquina nos esperaran lámparas maravillosas con genios extraños que con sus navajas y manoplas estarían dispuestos a darnos una tunda si nuestros deseos fueran una copia barata de la mediocridad de este siglo. Entonces me veo caminando como un sonámbulo por las calles del Viejo Porvenir o San José (y no he fumado un porrote, es la depresión que me mantiene como si siempre estuviera dormido con los ojos abiertos); caminando por la Avenida del Consulado a las 3 de la mañana rumbo a mi casa, pensando cómo han enrejado todas las terrazas y ya no me puedo sentar por ahí como antes. Pegando calcomanías de la ambulancia en el Campestre, barrio de la infancia lleno de gigantes y viejos palos de caucho en los que me columpiaba bajo una sombra fresca e inocente. Bebiendo cerveza en una tienda esquinera de Camagüey mientras pasan los carros y las motos a toda velocidad (me gusta escuchar el ruido y mirar el movimiento de los automóviles que se dirigen a Nunca-Jamás, a Ninguna-Parte, a Vete-Al-Carajo). Tomando una cerveza a la carrera en la tienda de El Perro en el Líbano pensando que de pronto de improviso aparecerá el poeta Carmona con una carcajada más peligrosa que los filosos picos de botellas puestos en una paredilla. Ahí está todo en un pedacito de la vida, con esos amores de carrera clandestina que llevo en la memoria y no puedo terminar de escupir de mi ser. Entonces para que vaya quedando un mapa de algunas derivas, conexiones genuinas libres del mercadeo y el manoseo público, haré una marca en algunos barrios existentes y otros imaginarios para que el que quiera también haga su huellero semanario de recorridos en el planeta:

Barrio Bruselas. Casa Sempiterna. Ana y Emanuel. Domingo. Gatos y pájaros. Salsa y Champeta alrededor de la casa del silencio experimental. Vista crepuscular de la bahía. Libros y curiosidades. Palabras para flotar. Una copa del vino artesanal que Jaison nos regala con una sonrisa desinteresada. Ana canta una canción de cuna a un libro al que le faltan páginas. Emanuel es uno de los tipos más fotogénicos de Amarilla y no le gusta que le tomen fotos. Aviones que aterrizan una y otra vez. Alpiste en todos los rincones de la casa para que los canarios de la esperanza vengan y se queden. Una garrafa de moscatel también puede hacer que las placas de los carros se conviertan en poemas automáticos extraordinarios.


Plaza de San Diego. Muro. Vincent T. Un sixpack. Tambores y parlantes para el turismo. Miércoles.  A toda velocidad por los senderos de la imaginación. Colillas. Artesanos y turistas. Recuerdo de Los Garzones y Montería. Algo del Rio Sinú quedaba por ahí. Planes de conquista. Fotos. Los fantasmas de los viejos cigarrillos fumados por las viejas generaciones que se sentaban en esta plaza me dicen que Jattin escondió a los alrededores uno de los poemas más extraordinarios de estas tierras; yo les creo, soy supersticioso, soy creyente de la magia, otra vez. Vincent dice que hay que hacer algo con la vida. Yo le vuelvo a recordar que la verdadera vida se encuentra en otra parte estando aquí, o se encuentra aquí, pero yo tengo la mente en otro sueño. Nos paramos y vamos rumbo a los parqueaderos del Espíritu del Manglar a buscar su moto para regresar a nuestras casas, mientras hago bromas sobre el universo de Clive Barker y de la vez en que después de tener un accidente y terminar en la Clínica Barú casi los doctores cenobitas le cortan el brazo (ese es uno de los peladeros de mierda más capitalistas y podridos de Yellow Hell, ahí amputaron la pierna de mi suegro frente a mis ojos mientras me tapaban la boca con cloroformo. Accidentarían a sus madres y sus abuelas con tal de cobrar el seguro. Malditos carniceros).

Turbaco-Bonanza. Casa Utopía. Naoko. Domingo. Un patio de concreto que podría ser el paraíso de las colillas y las remembranzas. Toda la ausencia y el intento de meter la vida en un par de horas y una madrugada mirando el cielo estrellado cuando todos los demás duermen o hablan sobre cómo el planeta será un muñequito de plástico en las manos de un niño que juega con una vela. Tajaditas de plátano con salchichón y Coca Cola. Un tatuaje en el cuello de un ojo lleno de espirales. Acostado en la hamaca que más me gusta en todo el Caribe recito un poema sobre una chica que amaba a Kurt Cobain y llegó a mi casa una madrugada con las muñecas abiertas para que fumáramos un Montana antes de que la internaran en el psiquiátrico. I Belong To You. Territorial Pissing.



Barrio Vista Hermosa. Azotea. Hernán. Martes. Kafka en pantuflas mira la bahía desde las alturas. Cervezas vienen y cervezas van. La madre de mi amigo también es mi mamá. Discusiones sobre los movimientos más adecuados para lograr un knock out en el cuento sin vender el alma. Perspectivas del destino de la literatura y de los baños públicos. Visiones de Godot en las que Meursault dispara contra una palangana llena bananos y mangos un mediodía de agosto. La puta pedagogía coronando la cabeza del amigo-escritor y yo con ganas de estar borracho durmiendo en las playas de Manzanillo a los pies de la caseta de los salvavidas porque no hay para la carpita, aunque también tenga una corona de pedagogía que quiero cambiar por una corona de pescador en Las Tenazas. Erzähler.

Barrio Chapacua. Parque. Damian. Otra vez cerveza, otra vez la charla de las viejas películas y mi manía de repetir hasta el cansancio aquellas que me gustan. Cuentos de amores de madrugada con mujeres de todas las latitudes, incluso con una o dos inesperadas y la vieja sabiduría de “un No, no mata”, “a mí sí, mi vale”. A mí un No me mata, aunque soy el rey del No, el rey al que le deben decir Sí, Sí, Sí. Porvenires de un cineclub subterráneo con ciclos interminables de Cronenberg, Bergman, Lynch, Kitano, Tarkovski y Fellini. Un cineclub neoexpresionista caribeño en el que saldremos a fumar y hablar de la vida mientras todos miran la película. Lagrimas compartidas ante ciertas experiencias que con el poder en mi mano te arrebataría. Otra vez vamos en la motocicleta sin saber a dónde putas parchar porque todos los espacios fueron robados.



Barrio La Consolata. Alejandra y Hailher. Los gatos de Kafka en la orilla pueden hacer experimentos que solo imaginaríamos ebrios con los cocteles del poeta. Culinaria experimental mientras sale música de un parlante con forma de calavera. Las miradas y la sensación de estar en una casa donde nos darían cigarros en Halloween. Yo quiero que me abracen y rían conmigo. Leamos poesía de Li Po mientras Alejandra borda una corbata para los mininos. ¿Por qué no están aquí ahora mismo a mi lado mientras escribo esto, si saben que los amo? El tamaño del Dolor de Xhevdet Bajraj. Rimbaud brillaría aquí si hiciéramos una fiesta a las 2 de la mañana.

Barrio Las palmeras. Puente metálico. Eric. Claro, claro… no es lo mismo decir Las Palmeras que Las Palmeritas. Ahí te matan como te equivoques: pero la verdad es que Las Palmeritas tienen más sabor, es más caliente y de cuidado. Lecturas de historia intelectual decimonónica. Nada como ir a comer donde la viejita de los fritos a 200 pesos en un tiempo en que los fritos son a 2000: teorías conspirativas sobre los buñuelos de mazorca y los buñuelos de lenteja: muertos de risa por esa vez en que la pequeña tenía la cara como un culo al despacharnos: esos putos buñuelos son la gloria y es un crimen que sean tan baratos: ¿cómo hace esa señora para rellenar las empanadas si la carne está tan cara? Caminatas y confesiones sobre el fin del mundo. Lecturas de Poe y canciones de Massive Attack. Postales de Björk bailando champeta en Islandia. Live With Me y cayendo al abismo.

El Cabrero. Tienda. Humberto. Toda la brisa del mundo se enreda en mis cabellos. Una botella de ron. Relatos salvajes de la vida con toda la sabrosura necesaria para sonrojar a un tipo de piedra como yo. Un ninja y un samurái caminando por ahí bebiendo cervezas mientras recitan otros nombres con los que se podrían bautizar las ganas de sobar las tetas dulces de la eternidad. Cuidado con el carro del Diablo. Pequeñas y hermosas ofrendas al dios melancólico en empaques desconcertantes: exijo un fajo de Gabitos sonrientes en una caja de Marlboro en un crepúsculo capricorniano. Esta nota es para contar a todos que cuento con manager y si necesitan contratar mis servicios como Blade Runner o sacerdote patafísico para bodas y exorcismo, deben hablar con el señor Karibernicola Onomoto (no bromeo, tengo manager y es letal como un puto Nexus 6) (ja, ja, ja).

(Aquí iba un párrafo casi obsceno en el que hablaba de aventuras de dos en la ciudad en el puesto trasero de un taxi, besándose, tocándose como si de eso dependiera todas las certezas de la humanidad. Sábado. Era un párrafo sobre cada vez que hicieron el amor y se miraban a los ojos y ella encontraba tierna su rabia entrando y saliendo, sediento de más saliva y más sudor y más ganas de perderse en su mirada. Un párrafo en habitaciones con colillas y botellas de vino y ella vestida con sus ropas y su locura. Un párrafo sobre esa hermosa película porno que hicieron y que ninguna cámara grabó debajo de las olas del Mar Caribe, la peliculita porno más tierna de la historia. Borré ese párrafo porque de esa forma demencial de amarse no queda ni mierda y se dejaron el corazón lleno de picaduras y golpes).

 Barrio Los Almendros. Milton. Cigarros y ron. Un par de puños. Pogo en la terraza. Coal Chamber, Slipknot, MuDvAyNe, Korn. Pantera, Sepultura. Tough Guys Don't DanceThe Long Goodbye. Más allá de los lazos de sangre, la aventura y la soledad crearon la hermandad de dos tipejos buscando las cervezas más frías en las tiendas de Los Alpes, Los Calamares, San Pedro, Almirante Colon, Los Caracoles, Las Gaviotas, etc. Historietas y mucha adrenalina. Sigo pensando que Spawn debió terminar en el número 100; con la muerte de Angela y la salida de Capullo, todo se volvió aburrido. A veces viene a mi cabeza la escena nocturna de sábado en la que presenciamos una violación en una calle solitaria y solo nos miramos desconcertados y asqueados por nuestras vidas y el mundo (¿te acuerdas? Debimos conseguir cuchillos y volver colador a ese hijo de puta. Qué pendejada regresar a ese recuerdo y contarlo después de casi veinte años con un nudo en la boca del estómago). El instante Bukowski: ese segundo en el que en medio de la borrachera nos mirábamos y cualquier pendejada que dijéramos se llenaba de profundidad. Todavía nos está esperando la loma de Turbaco para escucharnos decir que nos iremos a recorrer el mundo y luego agarrarnos a puño en el mismo instante (ja, ja, ja).

Barrio Alameda La Victoria. Azotea. Vincenzo. Puto italiano. Pignolo Dipsómano. 400 botellas de vino y 876 cigarrillos antes de las pastas con ajo. Fidel Castro a las 11:59 pm a nuestro lado en la cancha de la Alameda, entre las sombras, mientras desde la casa se escucha a Buena Vista Social Club invocando al sinvergüenza de Chan Chan. Toda la melancolía, toda la tristeza, todas las ganas de armar plan para ir a comer sierra y mariscos el próximo domingo al restaurante Frutos del mar donde el romano. Yo sin una moneda fumando y cantando (que conste que todos los aquí mencionados son mecenas de mis mondaderas, los amigotes del rey vagabundo). La burguesa y sus comentarios de mierda y nosotros muertos de risa porque se notaba que en cualquier momento prendería al petardo (guiño, guiño ja, ja, ja). Con la ausencia de esos sábados, Yellow se fue al carajo. Todavía queda en este planeta alguien con el que puedo compartir mi tristeza sin pena. Prometo ir en enero a visitarte, noviembre fue un caos para mí y diciembre no pinta chicharrón con yuca.

 

(Aquí iba un párrafo sobre todo lo que he perdido y todo lo que destruí con mi monstruosa confusión. A mis pies mi gata da de comer a su cuatro mininos: hermosos como mis cuatro hijos que duermen tranquilos sin saber que su padre tiene la cabeza llena de cumulonimbus que huelen a melocotón. Soy un cabeza-nube y cuando digo que estoy nublado siento que ninguno entiende la mierda que quiero decir: no puedo ver más allá de mis narices, todo es brumoso, distante  y extraño. La depresión no es bonita).

Cierro los ojos y regreso a mí. Cada día habitamos más los Ningún-lugar, dejando que los EEP o PHB cuenten una versión de la historia en la que no existimos. Nada de quejas, nada de propuestas. Solo quiero caminar sin pensar hacia los Rincones Amarillos y beber una rojita mientras todo claudica. Es un buen momento para llenar las calles y las plazas de Yellow Hell City con sigilos y bromas conceptuales, porque les aseguro que aunque nos veamos en una esquina, no estamos sintiendo la misma ciudad. Los trampantojos underground están floreciendo, si les suena, los espero el lunes 12 a las 5 de la tarde ahí donde brilla la peor sopa del mundo.




Texto: El Señor Underground

Fotos: @cartografiasinconexas


 

1 comentario:

  1. Interesante y chévere... Aquí dejo el enlace de concursos literarios: https://www.escritores.org/concursos/concursos-1/concursos-literarios

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