DE CÓMO DESCUARTIZAR UN MONSTRUO (Un poema y un relato)




A Cartagena

La carretera
Tus pétalos marchitos

49 horas de viaje
Tu boca hedionda

Los ronquidos a bordo
Tu sucio mar

Los saltos de la noche
Tu aire insoportable

120 k/h de paisaje fantasmal
Tu sexo amargo
Nunca
Nunca impedirán

Volver a ti

Siempre
Siempre.



DE CÓMO DESCUARTIZAR UN MONSTRUO

La hermana parada frente a la puerta cerrada del dormitorio de su hermano insistió con golpes súbitamente sonoros. Otra vez el silencio fue la respuesta. En cambio, el olor extraño y fétido seguía, escapándose por las rendijas y los marcos de la puerta. Recordó las advertencias, sin embargo, abrió. Paseó su nariz por los rincones del pequeño cuarto en penumbra. El olor se hizo más intenso, pero de su hermano, nada. Fue hasta la ventana, la corrió, giró su cabeza y observó un bulto gigante encima de la sabana azul, boca arriba, moviendo inútilmente lo que parecían multitudinarias patas. Fuese lo que fuese lo creyó indefenso; amenazante. La hermana salió del estupor y gritó y corrió a la cocina; donde debían estar sus padres.
Ellos ya iban alarmados a su encuentro.

El padre, la madre y la hermana, sigilosos, regresaron al cuarto. Ahora con una escopeta, un cuchillo parecido a un machete y una escoba, respectivamente. Al lado de la cama, el padre le dio la escopeta a la mano libre de la madre, tomó el cuchillo parecido a un machete, lo alzó con sus dos manos y lo dejó caer en la cabeza del monstruo. El olor extraño y fétido se esparció en el aire, atiborrando narices. Una sustancia roja blanca verde espesa repugnante manchó la almohada, la cabecera, el piso, el cuchillo parecido a un machete y las manos y los rostros de los presentes. El padre, la madre y la hermana, impasibles, graves, esperaron que las multitudinarias patas dejaran de moverse. Luego, el padre se sentó en el vientre del monstruo y lo abrió desde el cuello hasta el punto en donde el estómago se une con el ano. Con la ayuda de su esposa e hija removieron y tiraron al piso las entrañas inertes y hediondas. Nada. Siguieron buscando. Nada. Sólo quedó un gran cascaron hueco y sonoro. Se miraron y en sus ojos nubes bajas y grises dibujaron al hijo desaparecido. Si el tiempo fuera nuestro amigo, dijo la madre, la digestión de este maldito animal no hubiese  sido un éxito. 


 Texto:  Humberto Esguerra
Portada: Marilyn Manson 


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