La
hora del fin del mundo es esta
Tiene
todos los matices de la vieja promesa
Una
serpiente enroscada en mi zapato
O una
bicicleta paseándose sola frente al mar
Siempre
sospeché que me encontraría
Sentado
frente a la ventana
Un
bullicio de gente arrepentida
Mujeres
llorando en las aceras
Mientras
los perros menean el rabo
Saltando
de felicidad
Sin
saber del destino final de las rosas
O la indiferencia de los espejos en la oscuridad
La
hora final
Poco
importan los hermosos trajes colgados en los maniquíes
O la
sonrisa loca de las hormigas en su afán
Vendrá
un ángel y me preguntará qué hice
Por
las piedras y el amor
Me
tocará confesar mi egoísmo
Y esas
irreprimibles ganas de no mover un dedo
Me
dará la espalda sonriendo
Desconcertado
ante mi locura de preferir la soledad
Luego
se apagará el sol
Y no
encontraré la vela
Me
acostaré en la oscuridad
A oir la sinfonía sorda de las trompetas
Dejaré de escuchar el crujir de huesos
Y rechinar de dientes
Y rechinar de dientes
Todo
eso me da igual
Lo
importante es que se salvó
Lo
que se tenía que salvar…
Mañana
será el amanecer sin luz
Prepararé
el desayuno
Me
vestiré de blanco
(Siempre
vestí de negro)
Y saldré
a pasear con un libro en la mano
Que no leeré
En
medio de la nueva oscuridad
Todo
será como siempre
Aburrido y trivial
Aburrido y trivial
Aunque
este sea un desastroso inicio del final
Texto: El Señor
Underground
Portada: Zdzislaw
Beksinski
Excelente, hay que resistir.
ResponderBorrarsuave apocalipsis...
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