Por Raymundo Gomezcásseres*
En el Diccionario de Psicología de Howard C.
Warren se encuentran, entre otras, las siguientes acepciones de ‘obsesión’. Presencia patológica, en un individuo, de una idea, emoción o tendencia
persistentes e irresistibles. /
Presencia en un individuo de un espíritu malo que domina sus acciones. Cada
enfoque hace una presentación diferente del fenómeno. Sin embargo, como puede
verse, poseen como denominador común un sesgo de insania. En la primera es
expreso: ‘presencia patológica’; en
la segunda se alude a ‘un espíritu malo’;
el toque aquí avecina con la posesión demoníaca. Es rescatable la referencia a
‘idea, emoción o tendencia persistentes e
irresistibles’, que de hecho hacen presencia en el ánimo de cualquiera que
se trace metas con una motivación férrea e indomeñable. No se necesita una
condición especial para experimentar el impulso que imprime a la vida la
existencia de una obsesión. Desde un sencillo pero abnegado agricultor, hasta
un empresario entregados febrilmente a su oficio; desde un artesano preocupado
por la filigrana de su artesanía, hasta un científico con-centrados en sus
búsquedas… Y tantos otros seriamente comprometidos con lo que hacen, todos
actúan movidos por obsesiones ‘persistentes
e irresistibles’. Los artistas no son ajenos a lo anterior, pero una
distorsión mistificadora los marca con el estigma altisonante de ‘demonios’ que determinarían su
quehacer. ¡Nada más insulso! Obsesiones: como en cualquiera, pero catalizadas
por una sensibilidad atípica, extrema, e irritable. He ahí la diferencia. Estas
los impulsan a llevar, de acuerdo con su especialidad, todo lo percibido a las
formas de representación acordes con ella. Así, en escritores y pintores, la
obsesión es ‘patológica’ en la medida
en que pasa de ser ‘tendencia’ a idea
fija; mejor, a irrefrenable compulsión que gracias a la alquimia de la creación
hará tránsito al hecho estético. ¿Hubiera escrito Dostoievski El jugador de no haber sido él mismo un
jugador compulsivo? ¿Y van Gogh hubiera pintado sus cuadros sin la compulsión
por los colores que lo llevaba a comerlos como óleo? Los ejemplos abundan. Los
escritores son esponjas que ‘van por ahí’
absorbiendo todo lo que encuentran a su paso: gestos, contexturas, decires,
sonidos, olores, eventos… Insumos que se volverán imágenes, símbolos, en lo que
escribirán algún día, sin importar que entre lo sucedido y lo escrito medien
días o décadas.
*Escritor.
Autor de la trilogía novelística titulada Todos los demonios, conformada por
Días así (dos ediciones), Metástasis (dos ediciones), y Proyecto burbuja
(inédita).
Título de la ilustración: Stobbart
Nota para Ray: La ilustración que acompaña el texto fue
realizada por alguien que te aprecia mucho y que de una u otra forma está
agradecido por el apoyo que le diste en su infancia, en cuanto a estimular su
parte creativa y darle seguridad como persona. Su nombre es Omar Pineda y le
diste clases en 10 y 11 de bachillerato en el colegio Salesiano, en los años
2000-2001.
Al
saber que publicabas en el blog “Fanzines desde la Interzonax”, me comentó que
sería un placer poder ilustrar alguna vez uno de tus textos. Esa portada es uno
de los resultados y la próxima columna también estará acompañada de otra de sus
ilustraciones.
Omar
Pineda firma sus obras como Hellokuso y junto a su esposa Hélène Pineda,
coordina el colectivo de dibujantes e ilustradores Rayaduro, que también es un
club de dibujo que se reúne todos los sábados en la Casa Museo Rafael Núñez, a
crear posibilidades y proyectos que alimenten la imaginación (lo pueden
encontrar en Instagram, Facebook y Tumblr como @hellokuso o escribir a los
correos graficapineda@gmail.com y rayaduro@gmail.com).
La obsesión nos marca, pero sólo socialmente. Es disfrute puro, incluso el masoquista, que nos signa un camino.
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