Mi nombre es Narciso
Barajas Almeida. Tengo setenta años. No tiene importancia dónde vivo, ni dónde
y cuándo nací. Tampoco quiénes son mis padres. Tampoco es necesario escribir
una novela acerca de mí, con algo breve será suficiente. Tampoco son necesarios
los escenarios, ustedes solamente deben saber que yo soy Narciso Barajas
Almeida. Desde que mi padre y mi madre decidieron hacer el amor y fecundarme,
yo he sido guerrillero. Nunca fui al colegio a estudiar con otros niños, pero
de niño, jugué con muchos otros niños que también han sido como yo desde que
sus padres decidieron fecundarlos, hoy son grandes pensadores, y otros están
muertos, porque murieron en su ley, en su causa. Yo también he podido morir en
mi ley, en mi causa, sería grato para mi existencia, pero he contado con
suerte, aunque tengo el cuerpo, el alma y el espíritu lleno de cicatrices.
Hubiera sido un honor para mí morir en un combate luchando por mis derechos y
por los derechos de los demás. Tampoco fui a ninguna universidad de esas
acreditadas por académicos, mi universidad la encontré en los libros, a mí me
enseñaron a leer y a escribir en la selva, por eso soy amante de la naturaleza,
me crié como un Indígena letrado, de hecho, tengo muchos rasgos Indígenas,
aunque soy un poco más alto que ellos, porque también tengo ancestros afros y
blancos, estoy revuelto. He ido a reuniones en otros países y la gente piensa
que yo tengo muchos estudios encima, algunos creen que yo tengo doctorados en
ciencias humanas, pero no, esas han sido mis lecturas que se han vuelto como mi
comida, desayuno, almuerzo y cena, casi setenta años leyendo, es que me
enseñaron a leer a los tres años de edad.
Así como para los
generales su vida es la vida militar, para mí, mi vida es haber estado en todas
las fundaciones de guerrillas, todas las que este país ha tenido desde que un
pueblo tomó la determinación de tomar las armas y enfrentar a los gobiernos
opresores, porque nuestro objetivo siempre ha sido aniquilarlos, y aunque se
hable de paz, porque los camaradas quieren la paz, yo siempre he querido
aniquilarlos, porque esa gente nunca cambiará, son egoístas, y seguirán
oprimiendo a los pueblos.
Me he salvado de muchas,
he visto morir a mis compañeros, pero también he matado a mucha gente. Me
arrepiento porque por culpa de opresores maté a mucha gente inocente, cuando
hacía las ráfagas contra el ejército, moría mucha gente que no tenía nada que
ver en el pastel, soldados de la patria, también campesinos como yo, que pelearon
la pelea de otros, cuando yo peleaba la pelea de ellos también, del oprimido.
Pero nunca me arrepentiré de haber dado muerte a otros asesinos, por ejemplo,
maté a mucho paraco asesino, y a otros paracos no combatientes les perdoné la
vida, porque ellos no sabían dónde carajos estaban parados, solamente lo hacían
por un sueldo poco más del mínimo vital, entonces yo les decía, que mientras
ellos se echaban plomo por un sueldo paupérrimo, nosotros lo hacíamos por un
ideal, por eso en los combates no nos importaba morir. A mí me remuerde la
consciencia es por la gente inocente que murió en mis garras, pero por la gente
hijueputa yo vivo feliz de que estén muertos, no merecían existir.
A mí me entrenaron desde
que nací, tanto militar como intelectualmente, soy un estratega de guerra,
desarrollé esa habilidad. Pero políticamente también estoy preparado para darle
sopa y seco a todos esos neoliberales capitalista salvajes, esos que dirigen el
gobierno de los Esclavos Unidos, porque tienen a una cantidad de gente
idiotizada con su propaganda y publicidad artificial, que hacen del ser humano
una máquina para trabajar y trabajar y trabajar, y no les permiten pensar y
dicen que esa es la vida. Todo eso es una mentira. Seré yo muy radical, pero
toda esa gente imbécil no sé qué les pasa que no despiertan de esa hipnosis.
Me gustan las armas, pero
también los libros. Me gusta disparar así sea para probar mi puntería. Pero me
gusta leer para también probar mi capacidad de comprensión, tanto de la
lectura, como de todo lo que analizo y observo en la vida. Y digo, que cuando
el mundo haya comprendido la palabra "paz", entonces, yo soltaré las
armas, me olvidaré de ellas, usaré el debate, y las odiaré por siempre.
He podido aspirar para
algún cargo por elección popular. Al fin y al cabo, mi nombre nunca se escuchó
ni se escucha en ningún medio de comunicación. Se habla de mí dentro de todas
las guerrillas como un ideólogo y estratega, pero dentro de mí misma sagacidad
he advertido: que no se me mencione mucho. ¿Cuándo ustedes han escuchado hablar
de Narciso Barajas Almeida? Nunca, o quizás hasta ahora que leen esta brevedad.
Porque uno debe mantener un perfil bajo, aún más cuando se trata de desarrollar
una lucha justa usando la ilegalidad, eso me enseñaron mis ancestros, porque no
quiero fama ni gloria, quizás esta brevedad me dé un poco de celebridad, y por
todos los rincones del mundo se empiece hablar de Narciso Barajas Almeida.
Nadie nunca podrá saber con profundidad quién soy. Se tendrán que conformar con
esta breve anécdota, que tengo para contar todas las páginas del Quijote de la
Mancha, o más que eso, todas las páginas de la Biblia, la cual he leído
cincuenta veces, por eso me atrae su narrativa, he sacado de ahí algunas
estrategias militares para la guerra de guerrillas, me atraen las doctrinas de
los profetas, incluyendo al que habló en el sermón del monte, sueño con que
algún día se restaure el paraíso perdido, entonces se hará mi sueño realidad,
donde todos tendrán una vida digna, donde no habrá sufrimiento, porque el
sufrimiento no es necesario, aunque los masoquistas sostienen que el
sufrimiento es necesario. Yo odio el sufrimiento, quisiera ser feliz
eternamente, no es ningún pecado ser eternamente feliz, aunque algunos dicen
que para comprender la felicidad hay que sufrir, yo no estoy de acuerdo con
eso, ellos dicen que cuando se sufre se valoran más las cosas, bueno, pero eso
sucede en este mundo macabro, si el mundo se hubiera estructurado felizmente,
valoraríamos más la felicidad, la vida, y el sufrimiento nos parecería absurdo.
Actualmente estoy
retirado de la guerrilla, a la que le he dado toda mi vida, eso no hay dinero
que pueda pagarlo, porque viví y luché convencido de que estuve en el lugar
correcto, defendiendo el Derecho Natural de toda una colectividad. Yo digo que
estoy retirado, pero en verdad pareciera que no, porque aquí vienen camaradas a
pedirme asesoría, para ver cómo manejan el movimiento, me dicen 'Maestro' con
mucho respeto, por ejemplo, de una manera indirecta estuve metido en el proceso
de paz de mi patria, en todos esos puntos de la negociación estuve presente
desde la distancia, apoyando la causa, porque mi lucha no solamente la he dado
con los proyectiles, también con las ráfagas del pensamiento, del intelecto,
del conocimiento, pero más allá de todo aquello: de la sabiduría.
Por estar casi que en el
anonimato evidente, no tengo necesidad de comparecer en la silla de la
confesión que se discute actualmente para decir la verdad, yo ya me he
confesado muchas veces en oración ante mi creador, pidiendo perdón por haberle
quitado la vida a muchos seres humanos, tanto inocentes, como asesinos, cuando
le pido perdón al Magnánimo por todos los asesinos que torturé hasta el último
pedacito de piel, no es tan sincero, aunque si pudiera devolver el tiempo les
hubiera perdonado la vida, sin embargo, el no sentir tanta compasión en oración
por ellos, a mí me hace entender que el Magnánimo en ese sentido no está tan
molesto conmigo, hice lo que debía hacer, pero por los inocentes siento un
arrepentimiento profundo, es ahí donde me doy cuenta que el Magnánimo desde el
más allá me censura rigurosamente, porque lo siento. Pero como decía, de mis
crímenes no se habla mucho, porque en ese sentido fui sagaz, no dejé huellas,
solamente existe un solo ser en el universo que lo sabe, y es el único que
puede juzgarme con severidad.
De tanto leer, me terminé
de construir como poeta, también escribo, aunque no me interesa dar a conocer
mi obra, escribí para mí, y para mis más allegados, quizás cuando muera ellos
tomen la determinación de dar a conocer mis papiros, pero escribí para mí, para
mi mera satisfacción, y de todo lo que he observado en todos mis largos setenta
años, no he dejado de vivir una milésima de segundo con plenitud, me siento
satisfecho conmigo mismo, con mi ser, con mi existencia, porque siempre supe
que ningún instante de la vida hay que dejar pasar, todo lo que sea vida hay
que atraparlo, así sabremos que hemos vivido, entonces nos podremos sentir
llenos, sin ningún vacío, eso es lo que trato de plasmar en lo que escribo, y
cuando los recito y declamo con toda la pasión que sale de mis entrañas.
Como yo, otros camaradas
nunca han estado presos, no tengo antecedentes, y no es que me ufane de eso a
pesar de todas mis travesuras por la causa, pero a veces yo me sorprendo de mí
mismo, no puedo creer que haya hecho tanto por la revolución de mi país. En ese
sentido he salido ileso, pero en otro, como dije con anterioridad, tengo el
cuerpo, el alma y el espíritu lleno de cicatrices, las cuales me llevaré a la
tumba. Tengo setenta años, y me disculpan que lo repita tanto, nadie sobrevive
tantos años pasando los proyectiles por encima de la cabeza, miles y miles de
veces, en mi caso, no hay General de la República que me dé la talla, y por
experiencia he sabido que esos que llegan a generales se las han pasado de
oficina en oficina, son pocos los que han combatido con Narciso Barajas Almeida
desde sus primeros pasos, recuerdo que en muchos combates que tuve con la
milicia, caían subtenientes, y tenientes, y capitanes, por eso digo que la
mayoría de esos generales se las pasaban era de oficina en oficina, o si no
cuando eran subtenientes cometían el delito de cobardía y dejaban su
contraguerrilla sola, eso, porque no tienen ningún ideal, se meten a la milicia
para no dar la talla. Y esos son los generales, ni se diga de los Almirantes,
esos sin son puros gomelos que no saben qué es la guerra, se la pasan es de
barquitos en barquitos, viajando por todo el mundo, dándose la gran vida. Yo
respeto más a los generales, aunque hayan pasado toda su vida en oficinas,
seguramente algún combate tuvieron, ya eso me hace respetarlos un poco, de
todas maneras, hay que respetar al enemigo que se enfrenta con uno a muerte,
pero yo nunca vi un Almirante echándose plomo conmigo cuando me tocó cerca a
los ríos y en algunas costas. Por tanto, comandante de la milicia cobardes,
nosotros, logramos tomarnos muchos puestos.
Saltando a otro tema,
tengo siete hijos, o mejor dicho, tengo cinco hijos y dos hijas, todos
crecieron educados por mí, en la revolución, y a diferencia de mí, ellos si
pisaron la universidad, mi hija mayor tiene cuarenta años, y mi hijo menor
tiene treinta y tres años, cada uno de ellos tienen su madre, fueron camaradas
mías, y a cada una las amé en su momento, actualmente con ninguna de ellas
vivo, pero mis hijos me cuentan que ellas hablan muy bien de mí, con mucha
satisfacción, ellas andan viajando por el mundo dictando conferencias, porque a
diferencia de mí, ellas son académicas y han hecho muchos estudios, sin embargo,
a pesar que yo nunca fui a un colegio, ni a ninguna universidad, porque tuve
muchos libros, y tengo muchos libros, las ayudé a desarrollar sus tesis
doctorales. Mis hijos sacaron el don de la lectura, y andan haciendo doctorados
por ahí por el mundo. Yo moriré, pero dejaré una descendencia lustrosa e
intelectual, el Barajas, mi Barajas se seguirá expandiendo, porque mis hijos
son Barajas Rodríguez, Barajas Fernández, Barajas González, Barajas Hernández,
Barajas López, Barajas Morelo y Barajas Barajas, porque tuve un romance con una
parienta, y tuvimos una hija, bueno, esos son mis hijos. Y aunque mi apellido
es Barajas, no juego mucho a las cartas, me gusta más el ajedrez, porque ahí yo
puedo aumentar mi capacidad en tácticas militares, de cierta manera en la
guerra, o más bien en este conflicto interno he sido un hombre exitoso, aunque
siempre supe que esta pelea se resume en: patria boba.
He tenido muchos más
romances en esta corta y larga vida, porque a pesar de tener setenta años,
pareciera que fueran ciento cuarenta, si me muero hoy habrá sido suficiente
para mí, he vivido bastante, al fin y al cabo, aunque mis ancestros han pasado
los cien, pero bueno, yo estoy muy enfermo, mi enfermedad no tiene cura, y yo
ya tengo claro que hasta allá no llegaré. Pero me siento agradecido porque no
solamente mi vida se basó en guerrillas, también disfruté del amor, y la
compañera y camarada con la que estoy ahora, llevamos diecisiete años juntos,
es una gran mujer, leal, es precisamente diecisiete años menor que yo, y le
digo que cuando yo muera, que será muy pronto, ella todavía puede rehacer su
vida, está joven aún, relativamente hablando. Con ella decidí quedarme, porque
me demostró una lealtad inconmensurable, yo la amo, y ella me ama, lo siento,
mis hijos están muy agradecidos con ella, y también la aman, y ella los ama,
sus hijos también viven agradecidos conmigo, y también siento que me aman, son
tres, y yo los adoro como si fueran mis hijos, porque son los hijos de la mujer
que me ha dado parte de su vida. Ellos también andan estudiando y son grandes
lectores, algunos están en camino de ser escritores. Los hijos de mi amada con
mis hijos se la llevan muy bien, por eso, esa es la mujer con la que más me he
sentido comprometido. He tenido otras que me dejaron, y que me odian, no sé por
qué, pero me odian, a pesar de que ellas fueron las que me dejaron, como
también me han amado mujeres con las que nunca hice el amor, ni un beso nos
dimos en los labios, y yo también las he amado, y hemos sido felices sin
necesidad de tener un acto sexual, ese también fue un extraordinario amor, un
magnífico romance, diría yo que mucho más de las que me tuvieron y que hoy me
odian. Ese amor es inefable, pero es bastante bello, es la divinidad
personificada, porque hicimos el amor de otra manera, conversamos, cocinamos
juntos, nos abrazamos, fuimos a lugares extraordinarios y disfrutamos de ellos,
leíamos juntos, hasta combatimos juntos, eran tiempos tan acalorados que no
daba tiempo para hacer el amor, ni para desgastar energías en una noche
romántica, porque queríamos disfrutarlo bien, no que fuera algo para salir del
paso, por eso ellas en esos tiempos candentes me cubrían la espalda y yo les
cubría la espalda, yo creo que por eso sigo con vida, porque en todos, en casi
que todos mis combates: las mujeres me salvaron.
Tengo varios nietos, y a
mis setenta años no los educo como cuando tenía cuarenta años, que les metía la
ideología a mis hijos cuando estaban chiquitos. Con mis nietos no puedo cometer
el mismo error. Mi nieto mayor tiene diez años, me dice que no quiere ir al
colegio, porque quiere ser como yo, un autodidacto, él dice que ya aprendió a
sumar y a restar y a multiplicar y a dividir y a leer, y que con eso ya es
suficiente para defenderse en la vida, que él se puede dedicar a leer a los
grandes pensadores de la humanidad, y con eso sería suficiente para darle sopa
y seco a todas las academias, definitivamente mi nieto mayor es bien rebelde,
tiene a quien salir. Yo a veces no sé qué decirle, porque por un lado ir al
colegio y a la universidad no está tan mal, pero por otro lado le pueden
absorber todo el talento y adherirlo a este sistema macabro. A no ser que mi
nieto tenga demasiado criterio y no se deje absorber, pero puede chocar con la
universidad y su sistema pedagógico, podría tener muchos problemas allá, aunque
sería un acto revolucionario del cual me ufanaría, porque podría cambiar el
sistema interno de una universidad, y seguramente ayudaría a construir la
humanidad de cierta manera, por lo menos su entorno como tal. Mirándolo en ese
sentido, podría sugerirle a mi nieto que vaya al colegio y a la universidad,
pero yo siempre le digo que esa es su decisión, que él sabrá qué hacer, que él
sabe más que yo, porque ya sabe sumar y restar y multiplicar y dividir y leer,
y que con que le guste la lectura es suficiente para meterse en la cabeza todos
los libros habidos y por haber, que el tiempo le irá mostrando el camino, a
medida que vaya caminando él verá como lo hará, y como lo haga es porque así
debía ser, porque esa fue la mejor decisión que tomó, eso sí, que haga el bien,
que no se adhiera a ninguna ideología, que saque lo que mejor le parezca de
ellas, que no se deje absorber por las doctrinas, que cree su propio criterio,
que no siga partidos políticos, que le haga el bien a la humanidad, a la
naturaleza, a todo ser vivo, ¡qué viva! ¡Qué ame la vida! ¡Qué respete la
muerte! Que no cometa mí mismo error de tomar las armas, porque la violencia no
es para los sabios, ni atentar ferozmente para con nuestro semejante, aunque
piense diferente es bueno, porque ahora estamos en otra etapa de la vida, toda
la humanidad, los actos de masacres deben quedar en el pasado, y nuestra lucha
debe ser con la inteligencia, la dialéctica, el debate. ¡Qué sea feliz! ¡Qué
sea libre! De hecho, así será libre, no solamente con las autoridades, sino que
consigo mismo: con su espíritu. Eso le digo yo a mi nieto, a todos mis nietos,
no importa cuántos son, lo importante es que sepan que tengo prole.
Recuerdo que cuando me
relajaba un poco, escuchaba música, a mí me gusta mucho el vallenato
tradicional, no el de ahora, el tradicional. Lo escuchaba en un radio que tengo
desde hace treinta y siete años, cuando hacían radios que valían la pena,
cuando las fábricas no eran del todo negligentes y no escatimaban el hacer bien
las cosas. Recuerdo que escuchaba la emisora de la causa, ahí ponían música de
revolución, extraordinaria, llena de poesía que me motivaba a seguir, esa
canción protesta, y también el son cubano y el jíbaro de puerto rico, también
baladas, boleros, tangos, y la música de México que me ponía más aguerrido
porque algunas hablaban de armas y disparos, también el noticiero de la emisora
denunciaba cuando el ejército nacional se le robaba el ganado a los campesinos,
y cuando violaba a las muchachas, asunto que los medios de comunicación de los
oligarcas omitía y omite, pero nosotros con nuestra emisora hacíamos llegar la
noticia lejos, ahí también pasábamos los discursos del Comandante Fidel, y las
grabaciones de los discursos de Jorge Eliecer Gaitán. Mejor dicho, eso era para
que todo el mundo se emocionara. Y aquí estoy todavía con mi radio, que me
acompañó en varios combates, los proyectiles le zumbaban por los lados, alguna
vez estuve distraído escuchando una noticia, y de repente escuché el silbido de
muchos proyectiles, y tanto mi radio como yo nos tiramos al suelo, mi radio
porque un proyectil le voló la antena y eso lo tumbó al suelo, entonces lo cogí
y me fui con él en arrastre bajo hasta la trinchera, cogí mi ametralladora y
empecé a disparar, y gritaba como loco de que le habían quitado la antena a mi
radio y por eso todos ellos iban a morir, tanta fue mi furia que no me importó
morir ese día y las tropas del ejército tuvieron que retroceder, después
abandonamos poco a poco el lugar, y cuando ya estuvimos en otro lugar bien
reposados, yo me reía de mí mismo, y les decía a la tropa bajo mi mando, que
gracias a mi radio logramos salir de esas, porque le quitaron la antena y así
la señal no entraría bien. Bueno, después le conseguí otra antena, y hasta el
día de hoy todavía la tiene. ¡Cómo puede tenerle uno tanto afecto a un radio!
Todas estas anécdotas se
las cuento a mis nietos, y ellos se quedan ensimismados y asombrados por todas
mis peripecias, seguramente escribirán en un futuro todas mis historietas,
sería interesante, y me dicen que a mí me falta un tornillo, que debo ir a
donde un especialista que me trate con seriedad, porque ellos a veces observan
cuando yo en la madrugada me tiro de la hamaca al suelo y cojo mi bastón como
si fuera mi viejo fusil, un día me rompí una costilla, definitivamente queda
uno un poco tostado de la cabeza. Ellos antes se asustaban, pero ahora se ríen
cuando me suceden esas cosas, nos reímos todos juntos cuando yo me doy cuenta
que solamente es un mal recuerdo. Pero esto no me tortura, cuando eso me pasa
yo me siento vivo, y siento que regreso a lo mío, a lo que le di toda mi vida,
y de lo cual me siento satisfecho, a pesar.
Ayer fui al médico, me
dijo que me queda una semana de vida, me duele todo el cuerpo, porque tengo un
cáncer, el más maligno de todos, y que ya hizo metástasis, no me lo miré con
tiempo porque a mí no me gusta ir mucho al médico, sentía los dolores, y no le
presté atención, como toda la vida me ha dado dolor tanto en el cuerpo, como en
el alma y en el espíritu, yo me dije que eso era normal, y vamos a ver que es
cáncer, parece que me lacerara por dentro, y siento un inmenso escalofrío.
Algunos supersticiosos dirán que es por tanta maldad que estoy así, y que
después de esto iré al infierno, pero con setenta años eso ni me va ni me
viene, han sido setenta gloriosos años, pensar que mucha gente contemporánea
conmigo murió en plena juventud. Y para el infierno voy, pero a descansar de
esta tortura. La vida es bella, pero no así, no como nos la muestra este
sistema macabro, que ha hecho que le perdamos el verdadero propósito a la
existencia. Y cuando muera, siento que no me pierdo de nada. Ojalá el Magnánimo
se apiade de mí y me perdone mis pecados, aunque algunos dirán que cuáles
pecados, bueno, con setenta años de edad uno ha hecho sufrir a mucha gente,
tanto en el amor como en la cotidianidad de la vida, el problema es que algunos
dicen que no tienen ningún pecado para no sentirse culpables, pero no está mal
aceptar que cometimos errores, porque cuando uno acepta que ha fallado, se
siente uno más libre, por eso yo no me las tiro de perfecto, sé que he fallado,
pero también he realizado grandes obras, sin embargo, cuando uno acepta sus
errores, uno crece como persona, crece su espíritu, madura de cierta manera, de
eso se trata la vida, de observar qué hacemos mal, y luego corregirnos, para
así poder trascender, construir la humanidad, y lograr en algún momento de la
existencia: la excelencia.
Creo en la restauración
del paraíso, en una tierra paradisíaca, donde todos vivamos en común
tolerancia, sin egoísmos, en total hermandad, donde no seamos esclavos de
nadie, pero donde sepamos compartir, donde tengamos claro que todos por
herencia del universo, todos tenemos derecho al Derecho Natural. En ese paraíso
es donde quiero despertar cuando el Magnánimo me regrese a la vida. Ese paraíso
que durante setenta años metido en las guerrillas luché para que se hiciera
realidad, y que hoy, a una semana de morir, ¡todavía nada que llega!, no lo
logré, pero me siento satisfecho y convencido de que vendrá. Por eso mi
camarada el médico que me dio esta buena noticia, porque decirle a uno que se
va a morir no es mala noticia, esa es una buena noticia, porque sabe uno que
descansará del dolor en el cuerpo, en el alma y en el espíritu. Y mi familia
pensó que todo estaba magnífico, porque yo salí del consultorio con una sonrisa
de oreja a oreja, nunca antes me había sentido tan feliz, y cuando les dije que
me iba a morir en una semana, se pusieron a llorar, y me decían que cómo podía
yo estar feliz por eso, que eso era felicidad para mí, pero que sería mucha
tristeza para ellos. Entonces les dije que esa es la ley de la vida en este
mundo macabro, y que moriremos, nada nos llevaremos, nada material, y mientras
uno viva, debe sentirse feliz cuando se acuerde que algún día morirá, duro para
nuestros seres queridos, pero descanso para el finado, eso es algo que debemos
comprender, y que nos hará fuertes.
Entonces han decidido
darme la despedida, por ejemplo, hoy me llevaron a la playa, para que pisara la
arena, y me ayudaron a entrar al mar, me sentí vivo cuando sentí el agua y las
olas acariciando toda mi vida. Y me tiré en la arena y miraba el cielo, las
nubes pasar, los pájaros también volando, el sol tostando mi piel, para que no
me vaya a ver tan de mal color en el cajón. Les dije que no me vayan a echar
candela, suficiente tengo con este cáncer, que me dejen intacto para que me
coman los gusanos, y todo mi cuerpo muerto sirva de alimento a otros seres
vivos, así como otros seres vivos me han servido de alimento en toda mi
trayectoria de vida. También tomé vino, un poco de Merlot, y compré Carmenere y
Chardonnay y Malbec y Cabernet Sauvignon, y Solamente Cabernet, y Duvonet de
aperitivo para la cena que me harán, entre otros. Quiero embriagarme con vino
todos estos días, quizás el vino me logre dar otra semana más de vida. Pero
quedaré bien preparado y bien sabroso para los gusanos que me comerán, así como
uno prepara al pavo antes de comerlo, eso se llama ser recíprocos. Y me llevarán
a ver muchos lugares más, será una placentera despedida.
No les voy a negar que
estoy intrigado por saber qué es morir, estar muerto. A veces me quedo
quietecito en la cama, boca arriba, para ver cómo se sentiría un muerto
acostado en la misma posición por muchos años, pero luego pienso que no será
una tortura, porque no sabré que estaré ahí, aunque a mí también me gusta
dormir de lado, sería interesante que me pongan de lado en el ataúd, para
sentirme más cómodo. La muerte, he meditado en ella muchas veces, y ahora que
la tengo cerca me llama más la atención, por eso es que en esta vida uno debe
ser humilde, porque la muerte solamente perdonó a Cristo, mejor dicho, ni a
Cristo perdonó, aunque fueron tres días muerto, tres días son tres días. Al fin
y al cabo, yo también tengo derecho a morir y a descansar en paz mientras llega
el paraíso.
*Este cuento hace parte del libro "Tres Cuentos"
Autor: José
Antonio Támara León
Portada: Fernando Maldonado
Excelente retrato, ese es Narciso Barajas Almeida, siento que ese retrato representa magníficamente al personaje. Muchas gracias queridos amigos.
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