MICRORELATOS

ADVERSIDAD

El cráneo le sonríe al desierto porque la flor ha surgido a través de las cuencas de sus ojos.

EL JUEGO ES MUY SIMPLE

Saltar y saltar hasta alcanzar el cielo o caer hasta cuando ceda el suelo. En ambos casos es igual: estamos en medio de dos abismos.

LA CAÍDA

El ángel despierta encerrado entre muros. Las paredes laterales ajustadas a la medida, impiden expandir sus alas; al otro lado, se encuentra una escalera reclinada a la pared. Sube por los escalones hasta llegar arriba, y asomado por el borde se da cuenta que su cárcel está suspendida en el aire. Decide lanzarse al vacío e intenta volar, pero el sol le destruye las alas y sin atributos, cae. Frente a su adversidad el Creador se burla, y el sufrimiento del hombre persiste lo que la carcajada demora en cesar: una eternidad.

ÉXTASIS

A Jair Buelvas

Después de multiplicar el vino, Jesucristo se reflejó en el agua del río, y observó que le habían crecido orejas de caballo y patas de cabra.

-¡Por Dios, es un verdadero milagro! –gritó, regresando al festejo religioso.

RÉFLEX

-Dos espejos conversan en la calle, uno al lado del otro.

-¿No has pensado que las miles de imágenes que se nos cruzan a diario pueden ser parte de nosotros?

-Jamás me he preguntado algo semejante.

-Piénsalo bien y verás que no es tan descabellado…

-Se te ocurren unas cosas… Déjame en paz.

-¿Es caprichoso que seamos una sucesión interminable de imágenes y, sin embargo, seguir sin poder reconocernos en ellas?

-Amigo, no entiendo ni una sola palabra de lo que dices.

-Digo, los pájaros, árboles, el cielo, los carros, el farol, todas esas cosas, ¿no habrá algo de ellas en nosotros?... Observa con atención al próximo que se te atraviese… Espera, no te vayas; allí viene un hombre… ¿Y bien?

-…

-¿Qué ocurre? Si ves lo que te digo. Tengo razón, ¿cierto?

-El otro espejo continuó sin reaccionar. Después de un corto tiempo, gira, quedando de frente hacia el otro espejo.

-¿Bromeas? Mírame con cuidado… Somos un vasto silencio, nada más, una pantalla inexpresiva –contestó, y de un saltó se arrojó a la carretera, rompiéndose en pedazos.

EN EL FONDO

Una escalera se pierde en la profundidad de un pozo. “¿Qué habrá en el fondo?”,  interroga un joven y se detiene a mirar. “No es un secreto: cualquiera puede averiguarlo con solo bajar”, contesta otro hombre, y para motivarlo le da unos golpecitos en la espalda. El joven intrigado por conocer lo que hay en el pozo decide descender utilizando la escalera. Una vez en el fondo el rostro del hombre se muestra desde arriba. “Lo único que encontrarás será desesperación”, le grita retirando la escalera.

VELEIDAD DE ARTISTA

Al niño le obsequian un lienzo en blanco para motivar su capacidad creadora. Más tarde lo ubica en la ventana de su habitación para así hacer de la existencia un retrato del vacío.

EL ALIMENTO DE LOS DIOSES

El espejo estaba en un rincón del bosque; tenía una grieta en el vidrio. El niño lo encontró recostado al tallo de un árbol. Tal vez la mano opresora se sintió acorralada por alguna visión ominosa. Un espejo averiado y olvidado en los recovecos del bosque.

El niño contempló arrobado su imagen. Las tiernas mejillas, redondas y lozanas; los labios, delicados y rojizos; los rizos castaños sobre su frente; y los ojos azules, audaces. Hacer una relación entre las partes descritas y el rostro completo de su imagen, es imposible para el niño. Pero sabe que en esa rotura, en la grieta vengativa de su superficie, se esconden más tesoros y misterios que en cualquier otra pantalla límpida y perfecta.

El bosque respiraba pausado. El cielo pálido azulado. Leve contorsión de la paciencia.

El niño siguió el rumbo de la grieta con sus dedos. (Guardaba semejanza con el corte rapaz de una daga). Trazó el rumbo con lentitud y una luz vertiginosa, parpadeante en un principio –como si se tratase de funcionar correctamente–, apareció entre los espacios de la grieta. Después la luz fue estable, intensa, dorada y violeta, segadora ante la mirada del niño. Una fuerza mística convulsionaba en el interior del espejo.

La luminosidad proyectaba la sombra del niño sobre el bosque. La sombra alargada y fija sobre el bosque tranquilo.

La luz no parecía agotar su suministro luminoso. Distancias más allá sobresalían los inmensos rayos dorados y violetas sobre el cielo. En su precaria sutileza, el niño repitió el ejercicio descrito de delinear la grieta del espejo. En sentido contrario, volvió a trazar el rumbo de la grieta. Entonces la luz amainó hasta extinguirse completamente. Había desaparecido la grieta. Y con la grieta, el niño.

El espejo seguía en un rincón del bosque. Y reflejados en su superficie reparada, los árboles, parecían moverse con vida propia, agradecidos por este relato antiguo.

ENTRE EL JUEGO Y EL MITO

El niño ubica un amplio espejo a las orillas del río para asegurar que puede bañarse dos veces en las mismas aguas.

NUEVA TROYA

El caballo impulsa el coche sobre el empedrado. Las calles dibujan al costado los límites de la muralla: puertas abovedadas que dejan sentir el bramido del mar. Las noches se hacen ancestrales tras el trote sin tregua, y los cascos anhelan desprender el duro adoquín de las calles. Por sus enormes ojos como esferas de cristal, trasluce el sueño de volar parecido a un antiguo padre Pegaso, dejar la corruptible estirpe de un día, y dedicar su lomo a un alado jinete. Pero las guerras se han extinguido en lejanas costas, y él se resigna a llevar a cuesta el peso de los extranjeros. Tal vez recuerda que antaño fue de madera, movido por el ingenio de un pueblo audaz, y esa aceptación de instantes que envuelve su memoria de animal, conserva el deseo de destruir esta nueva Troya. Hacerla arder con el relincho mitológico que es su carne de prisionero. Sin embargo, continúa trotando por estas calles circulares que conoce hasta los bordes de la reencarnación.   

Autor: Hernán Grey Zapateiro