PACTO DE AMOR CON EL DIABLO

Aquella chica compró velas negras, tiza roja y dibujó una estrella de cinco puntas, invocando al demonio,  pero el demonio no apareció. Pasaron siete días, la chica nunca se rindió, ella cansada de la espera, empezó a desafiarlo.

-¡Satanás!  ¡Amo del  inframundo, aparece bastardo!  Entonces qué,  ¿no existes?

La insistencia de las invocaciones hizo que apareciera un monstruo frente a ella: ¡un animal de dos metros de alto!  Casi no cabía en la habitación, con cuernos enormes, patas de cabras, pelaje tan negro como la misma oscuridad, y unos ojos tan  rojos como la sangre.

-¡Por fin  apareciste! 

La  joven cruzó sus brazos en protesta. Era como si estuviera reclamando por no acudir a su llamado a tiempo. El mismísimo Satanás al ver esa actitud y neutralidad en la joven, le preguntó:

-¿No te aterro? 

Su voz grave retumbaba en la habitación,  su nariz echaba humo con una fuerte pestilencia de azufre.

La joven en vez de temerle se mostraba sonriente.

-¡Qué va! En lo más mínimo.

El demonio inclinó su cabeza y la miró atentamente, se preguntaba si era un humano normal, ¿por qué no le temía?   

-¿Qué quieres?  Si quieres un pacto conmigo tendrás que vender tu alma.  

-Lo sé, eso es precisamente lo que quiero. Verás, estoy aburrida así que quiero ir al infierno, pero si me suicido, ¿podría asegurarme ir allá?

Aquella bestia con  cuernos, se inclinó para estar a la altura de la pequeña, bajó sus cuernos tocando su frente y luego la miró a los ojos, girando su cabeza con sus grandes garras.

-Niña,  ¿cuál es tu peor miedo…? 

Los ojos del demonio tenían el poder de reflejar el terror de cualquiera, pero en esa niña no tenían efecto. Era la primera vez que le pasaba. Era obvio que si no le temía al mismo amo del inframundo, entonces, ¿cuál era su miedo?

-Tus ojos son bonitos, parecen los ojos de un conejito –dijo la joven.

-No puedes mentirle al amo del engaño –dijo el demonio.

Sin embargo, ella no mentía, no quería impresionar a nadie, menos a él,  realmente  le parecía, hasta simpático, lo desconcertaba.

-Niña, ¿tú no eres normal? –preguntó el demonio

-Define normal. Nadie lo es, la normalidad es relativa –y sonrió–. ¿Me llevarás al infierno?

-El inframundo no es un lugar turístico. No es para pasar un par de días. Si te llevo, te quedarás allí… Y para siempre –recalcó el demonio.

-Bien, ¿entonces?  ¿Significa que sí lo harás?

¿Ellos dos tenían algo en común? ¿Por qué le producía desconcierto y curiosidad al demonio?   Aparentemente no hay razón o traumas que la justifiquen, serían malas semillas, ¿nacieron defectuosos?

-¿En serio? –indagó la joven, entusiasmada. 

-Eres bonita, te llevaré a mi hogar.

No es bueno hacer un trato con el diablo. Él la llevaría al infierno, sería inmortal, pero sentirá el dolor de mil muertes, se quemaría  viva, sentiría como desgarrarían  sus extremidades una por una, estando consiente y vería cómo se las comen. Será profanada por un sinfín de demonios y será la madre de sus crías, sus propios fetos, serán como parásitos que la matarían internamente, una y otra vez,  sintiendo el dolor de haber dado a luz a  criaturas repugnantes, matándola una y otra vez, ellos serán asesinados por el mismo diablo y ella sentirá el dolor de sus pérdidas, le harán llorar lágrimas de sangre, como ácido corrosivo de su  propia alma. 

Cuando la joven  esté  arrepentida por el pacto y tenga verdadero odio contra el diablo con todo su ser, ahí, solo ahí, el mismísimo demonio la profanará,  no sabrá si está sintiendo dolor o placer y ahí se convertirá en su mujer, víbora se llamará y será su concubina. Pero, lo que él no sabía, era que ella no era un ser humano, sino un ángel que también echaron del cielo por malicioso. Ella planeaba quitarle el trono de rey del inframundo.


*Este cuento fue publicado por primera vez en la edición 4 del fanzine "Jauría". 

Autor: Yuliana Suárez